Juan López Vergara
El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece hoy, reúne una serie de lecciones que Jesús imparte mientras va de camino a Jerusalén, cuyo tema de fondo son la Fe auténtica, el perdón absoluto y el servicio desinteresado (Lc 17, 5-10).
Fe y perdón van de la mano
El pasaje inicia con el ruego de los Apóstoles a Jesús para que aumentara su Fe (véase v. 5). Esta petición se comprende adecuadamente si tenemos en cuenta que el Señor acababa de ordenar a los suyos otorgar siempre su perdón incondicional (compárense los vv. 3-4). Los Apóstoles esperaban recibir de Jesús la fuerza para cumplir lo que pedía. El Señor, entonces, se valió de una imagen para que tomaran conciencia del poder de la Fe: “Si tuvieran Fe, aunque tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería” (v. 6).
Jesús no se refiere a un acrecentamiento cuantitativo, sino a un cambio radical, para que su Fe sea más auténtica. El Señor anuncia la Salvación, sus condiciones, y concede la fuerza para cumplirlas. La Fe nos permite participar de la poderosa vida de Dios, capaz de suscitar el perdón en la comunidad. Entre la Fe y el perdón existe, por tanto, un íntima relación.
‘Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’
Jesús expone después una Parábola que nos induce a tomar conciencia de la importancia del servicio en la vida cristiana: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra en seguida y ponte a comer’? ¿No le dirá, más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?” (vv. 7-9). Jesús concluye mostrando la actitud que debemos tener ante Dios: “Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que les mandó, digan: ‘No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos qué hacer’” (v. 10).
Es como nos enseña que los dones de Dios nunca constituyen un derecho a exigir. ¿No pretenderá el Evangelista prevenir a su comunidad ante aquella actitud farisaica que creía que con el cumplimiento de la Ley se obligaba a Dios a premiarlos (compárese Lc 18, 9-14)? Jesús dirigió la Parábola a aquellos que habían dejado todo por seguirlo (compárese Lc 5, 11). Sin embargo, ellos únicamente han de decir: “Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
El servicio: fuente de alegría
Terminamos con el relato de un místico hindú, quien estaba durmiendo y soñaba que la vida era sólo alegría; despertó, y se dio cuenta de que la vida es nada más servicio; comenzó luego a servir, y supo que sólo el servicio es alegría. Esto nos hace recordar las palabras del Señor Jesús: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hch 20, 35).
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