jueves, 24 de octubre de 2013

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Para concluir el Año de la Fe:

Una iglesia nueva para un mundo nuevo (II)


Continuamos la reflexión sobre el Documento Conciliar de la Iglesia en el mundo actual (abreviado como GS) del Cuaderno número 185 de la Colección Cristianismo y Justicia, de la Fundación Fe Espinal, con el título “Una Iglesia Nueva para un Mundo Nuevo”, del Padre Jesuita José Ignacio González Faus.


JUSTICIA CONTRA DESIGUALDADES

vat ii sixtina[1]Si todos los hombres somos hijos de un mismo Padre, que ama a todos por igual, con preferencia hacia los más pobres y excluidos, esto implica que «toda forma de discriminación en los derechos fundamentales… ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al Plan de Dios». Y reconoce además que «esa igualdad fundamental entre los hombres exige un reconocimiento cada vez mayor» (GS 29).

Dicha igualdad ha sido la gran sacrificada de los ideales de la Modernidad expresados en el triple grito de la Revolución Francesa, quizás porque la igualdad reclama un fundamento mucho más fuerte que el de esa hermandad derivada del origen común de todo el género humano. Y ese fundamento sólo puede ser la fraternidad, derivada de la paternidad/maternidad de Dios y de nuestra recapitulación en Cristo.

GS distingue entre diversidades y desigualdades: aquéllas son justas según la enseñanza conciliar y, por tanto, deben ser respetadas todo lo posible. Éstas, en cambio, son profundamente injustas e impiden que se llegue «a una situación social más humana y equitativa” (GS 29). Desde aquí, apunta GS a la Economía como una raíz fundamental de todas las desigualdades humanas, calificando como «escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales entre los miembros o los pueblos de una misma familia humana» [ibíd.]. Desigualdades que, frecuentemente, aumentan» (GS 66).


RAÍZ ECONÓMICA DE LAS DESIGUALDADES

El Concilio invita a superar «una ética meramente individualista» (GS 30) que ha venido imponiéndose en todo el mundo. 50 años después, hay que proclamar que las desigualdades entre los seres humanos han crecido escandalosamente desde la época del Concilio hasta nuestros días, y que, en tal crecimiento, ha jugado un papel importante esa ética exclusivamente individualista, típica de la derecha norteamericana y exportada por ella. Esto constituye una fuerte llamada de atención sobre nuestra responsabilidad como Iglesia en este campo: porque esas desigualdades son «contrarias a la paz social e internacional» (GS 29).

30 años antes de esta observación conciliar, uno de los grandes economistas del Siglo XX (J. M. Keynes), en su obra más famosa, había reconocido que los dos grandes males de nuestro sistema económico son su incapacidad para crear empleo y su incapacidad para evitar las desigualdades entre los hombres. En nuestros días, «el desarrollo de la vida económica podría permitir una atenuación de las desigualdades sociales», pero resulta que «con demasiada frecuencia trae consigo un retroceso en las condiciones de vida de los más débiles y un desprecio de los más pobres» (GS 63).


LA PROPIEDAD PRIVADA

«Dios ha destinado la Tierra y cuanto ella contiene para uso de todo el género humano.

Por consiguiente, los bienes creados deben llegar a todos de una manera equitativa, dirigida por la justicia y acompañada por la caridad» (GS 69). Es novedad importante de GS recuperar este destino universal de los bienes como primario y único derecho “natural”, de modo que la propiedad privada no es un derecho natural sino “secundario”. Este destino universal de los bienes «no debe perderse nunca de vista», de modo que «aquellos bienes que posee el hombre no puede usarlos como exclusivamente suyos, sino también como comunes» (GS 69). De esa hipótesis social se seguiría sólo el clásico principio de que «en casos de extrema necesidad, todas las cosas son comunes», como cita GS pocas líneas después.

Finalmente, entre los Temas de la Igualdad y de la Economía, el autor destaca tres puntos:

a) La solemne afirmación de que «el divorcio entre la Fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores» (GS 43) en la Iglesia actual. Cosa que, a juicio del autor, no se soluciona sólo con renovar la moral familiar, sino propiciando las condiciones económicas mínimas dignas e indispensables para que se desarrolle tal moral.

b) En coherencia con esto, se recuerda a los Laicos la misión de «ser testigos de Cristo en todo momento, en medio de la Sociedad humana» para así «cristianizar al mundo»; que puede entenderse como hacerle más igualitario.

c) El Concilio anuncia, además, que la coherencia de vida, en todos sus aspectos, contribuirá no solamente al bienestar de la Humanidad, sino a la paz (continuará).


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