jueves, 10 de octubre de 2013

DAMNIFICADOS

Los contrastes en la miseria

Fuera máscaras al morir


Cuando la muerte se presenta y se disuelve el espectáculo y dejan todos sus disfraces de rico y de pobre, salen hacia la eternidad y se presentan allá para ser juzgados únicamente por sus obras y ver quiénes eran de verdad ricos y quiénes pobres, quiénes honorables y quiénes dignos de honor.

(San Juan Crisóstomo, Siglo IV)


Pbro. Germán Orozco Mora

Mexicali, B.C.


Acapulco 1Llovía y llovía, y el Gobernador bebía y bebía”. Mientras miles de personas perdían sus casas y enseres, e incluso muchos la propia vida, debido a la fuerza de los ciclones del viernes 13 de septiembre, en Chilpancingo, el Gobernador de Guerrero, acompañado de Diputados, Alcaldes, y ex Gobernadores, tras haber disfrutado una fiesta entre mariachis y bebidas alcohólicas, se retiró a dormir a las seis de la mañana del sábado 14. Afuera, el drama de los damnificados.

Muchos de nuestros gobernantes, y nosotros mismos en ocasiones, dormimos el sueño de los “justos”; no reconocemos los signos de los tiempos, somos insensibles al sufrimiento de los demás. Fue el caso del Gobernador de Guerrero, que ignoró para él, y gravemente más para su Estado, la situación meteorológica inminente, cuando su deber era estar al frente y acompañar, en todo sentido, a sus gobernados. Todo lo contrario de lo que hizo George Bush Jr., ante la tragedia de Nueva Orleans.

Pero acá, a muchos de nuestros políticos nadie puede moverles, viven seguros en su autosuficiencia y hasta desvían o desvirtúan, con otros fines, las ayudas y bienes que pertenecen a los pobres y damnificados. No tienen vergüenza ni conciencia, al igual que muchos de los que les acompañan con la rapiña a los pobres.

Desde muy antes, la Buena Nueva

Pero seguramente les va a suceder lo que al rico Epulón y al pobre Lázaro. Al morir ambos, se sabe, por el Evangelio de San Lucas, en una reafirmación del Mensaje de Jesucristo, que el pobre Lázaro fue el verdadero virtuoso que alcanzó la Salvación por ser paciente y fuerte. El sufrimiento y la miseria en la Tierra no lo amargaron, sino que lo fortalecieron hasta el fin de sus días, y por eso fue llevado a la felicidad eterna. En cambio, el rico Epulón, al morir, fue condenado al sufrimiento porque en vida disfrutó, como tantos ahora, de comilonas, borracheras, derroches, corrupción, música y otros placeres; pero, cuando llegó su hora final, irremediablemente sobrevino el sufrimiento.

El Evangelio no es marxismo. Es un aviso para que el poderoso Epulón, y sus imitadores se salven haciendo la caridad con el pobre Lázaro, quien nunca atentó contra la vida del insensible pudiente que se banqueteaba todos los días. Pero al morir, al enfrentarse a la verdad, aparece el pasado vicioso del rico, que fallece desnudo de obras buenas, y de ahí que su castigo sea irremisiblemente cruel y eterno, sin tener ya la oportunidad de redimirse, porque en vida nunca quiso ofrecer al pobre ni un poco de dinero, alimento, vestido o tiempo.

San Juan Crisóstomo en una interpretación magistral de la Parábola de Jesús acerca de Epulón y Lázaro, claramente nos enseña que el rico no se condenó por su riqueza, sino por no practicar la caridad con el pobre. Y éste no se salvó por sus carencias materiales, sino porque, en medio de sus penas, vivió con paciencia y esperanza sus sufrimientos y privaciones.

La cruel Emperatriz Eudoxia, en el Siglo V, envió dos veces al destierro a Juan Crisóstomo, Obispo de Constantinopla (hoy Turquía), a causa de su sincera postura evangélica, porque insistía en que los pobres eran un camino de Salvación.

Todos conocemos pobres o personas más necesitadas que nosotros mismos, y Dios nos los pone enfrente para que nos salvemos. Al morir, ¿qué vamos a llevarnos?; ¿con qué cargó Epulón? Sus propios “fieles” amigos y acompañantes le enviaron al fuego, porque nunca le hicieron ver el error de ejercer la Misericordia, de vivir sólo para sí mismo, de disfrutar su riqueza y abundancia, ignorando las carencias y sufrimientos de los necesitados.

Ojalá puedan ustedes conseguir las Reflexiones de San Juan Crisóstomo, editadas por Porrúa, Colección “Sepan Cuantos”, No. 564. Una recopilación de textos hecha por el Padre Carlos Ignacio González, Sacerdote Jesuita mexicano.


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