…A discusión
Pbro. Alberto Ávila Rodríguez
1- En una plaza enorme, donde la gente deambula sin prisas como mirando y copiando todo para su memoria, donde la brisa pertinaz es soportada como caricia que viene de lo alto; ahí, donde se han concentrado millones de ojos y esperanzas, donde se han congregado miles de comunicadores de toda gama de inquietudes, y donde los signos silenciosos y la oración íntima se vuelven idioma universal, la gente mira, reza y espera. Este lugar se ha convertido en campamento de espera y salón de encuentro mundial; aquí, donde los pensamientos se diversifican, se unen, pero donde también se excluyen, hay interrogaciones y una saludable expectativa. A este lugar, donde los Cardenales de la Iglesia hacen recuento de urgencias y necesidades de nivel eclesial, elaboran perfiles y diagramas sobre el siguiente Sucesor de Pedro, llegó un desconocido con el traje talar, talludo, al estilo del Pobrecillo de Asís, portando un largo bastón recogido de algún bosque, y se puso de rodillas a rezar. Lo retratan, lo invitan a romper el silencio, pero él aguarda y continúa rezando… Y ahora, él es un ícono de las necesidades de nuestro tiempo.
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2- La Basílica entera estaba salpicada de hábitos propios del claustro; eran ya los días de las Décimas en honor del Santo de Asís. Se esparcía, entre la rigidez de las canteras, un blando murmullo cadencioso de la salmodia de los Laudes, una oración impregnada de musicalidad que bendecía con gozo y emanaba armonía y serenidad. Entreveradas entre los habitantes del convento estaban algunas personas, hombres y mujeres, que intentaban farfullar alguna súplica conveniente a sus carencias. Asimismo, un puñado de Religiosas daba un tono alegre, como de campanario festivo, al coro lleno de peticiones. Y en aquella simplicidad de un amanecer humedecido por la noche, se vio extender sus pasos, por el pasillo central, a un pobre, uno de esos miles que retoñan en calles y cruceros. No lo detenía la compostura de los presentes ni sus cantos salpicados de diálogos breves. Él se detuvo y miró al Cristo; luego posó sus ojos en la Virgen Zapopana; volteó hasta lo alto hasta encontrarse con la figura de Francisco, aquél que predicó sin hablar mucho, pero vivió cercano a toda gente, adultos, jóvenes y niños; el de las necesidades precarias, el Francisco rico convertido voluntariamente en pobre; aquél que empezó a cambiar a la medieval Ciudad de Asís, para luego cambiar a medio mundo. Y tras aquella mirada a lo alto, el visitante ocasional de esta Basílica hincó sus rodillas, saludando así al Crucificado, ahora presente en el Tabernáculo; luego se cuadró, como en saludo militar, en deferencia para La Generala, y finalmente cruzó sus brazos de lado a lado hasta alcanzar con sus manos sus costados, como abrazándose a sí mismo…como sintiéndose acogido por Francisco, pobre como él, en un gesto que, sin duda, era otra manera de orar.
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3- Los antiguos Misioneros construyeron este Templo y evangelizaron con la herencia de Jesús y con los recursos adoptados por Francisco; sin morral, sin sandalias, pero rebosantes de ternura y convicción, desde los años de la Conquista, cuando este pueblo se llamó provisionalmente Guadalajara. Y hoy, hasta nuestros días, la gente sigue fiel a los Novenarios de su Santo Patrono, de otros Santos y, por supuesto, de la Señora y Madre; y ni se diga de sus fiestas, acaso salpicadas de otras creencias, e incluso, tal vez, con resabios de paganismo. Este pueblo tiene ahora otro nombre: Nochis-tlán, de esencia y paisaje zacatecanos. Hay aquí mariachis, tambores, verbenas, danzas y abundante presencia de hijos ausentes: aquéllos que, habiéndose dado cuenta del entretejido de las culturas que traspasan fronteras, regresan amorosos a su natal terruño. Hay, asimismo, caballos, coleaderos, colaciones, cantatas y serenatas. La Fe cristiana, nacida del Pobre de Nazareth, sigue entreverada de la Fe mariana y de la peculiaridad de sus Santos que han brillado a lo largo de la Historia.
Así pues, Francisco de Asís es un eje en el tiempo y en los modos de volver a las fuentes cristianas. Ahora ha surgido para el mundo otro Francisco, un Papa para la Cristiandad, que ha vuelto a decir, de una manera incisiva, cosas esenciales, y que seguirá asombrando por un tiempo a la Iglesia. Del espíritu franciscano, Francisco, el Sucesor de Pedro, ha recordado aquello de salir a las periferias existenciales, de asomarse a los bordes arrinconados y conflictivos de la gente, y desde esa experiencia aprender a vivir otra humanidad.
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