jueves, 3 de octubre de 2013

EDITORIAL

¿Tiempo de llorar, de acusar o de luchar?


Al atisbo del Otoño, con las cosechas beneficiadas por las abundantes lluvias, el rebosamiento de los bordos y presas, la pausa de las Fiestas Patrias y, por supuesto, deplorando los estragos padecidos por los meteoros a lo largo y ancho del territorio nacional, octubre se cierne sombrío hacia un final de año punzante.

Sin embargo, siempre habrá perspectivas alentadoras ante la adversidad y lucidez para el recuento de los daños. Ciertamente, los perjuicios parecen haber rebasado nuestras previsiones; pero, de cualquier forma, la tarea es aprender a dar respuestas. Todo lo acaecido necesita prudencia e inteligencia en la organización. Estos acontecimientos han sido, sin duda, un llamado urgente a la solidaridad, como también a la toma de conciencia social; a las necesarias providencias en asuntos elementales, porque más allá de la agresividad de la Naturaleza, cabría destacar y tratar de enmendar los descuidos en las Administraciones de Gobiernos de distinto signo político, aunados a la indolencia de casi todos.

Se han puesto de relieve realidades fatales en la manera inicua de gobernar, basada en el principio electorero de cambiar recursos por votos, que a la vez conlleva a la negligencia, al amiguismo y a la corrupción en la obra pública. Se han evidenciado caminos perversos en la inversión del gasto público, resultando de ello un abuso ofensivo. De cómo los dineros se reparten en los Estados y Municipios con descaro, cinismo; de cómo la opacidad marca los arreglos por debajo de la mesa, con tal de favorecer a partidarios y favoritos.

La gente se mofa de los Gobiernos; la jerga barrial es cruda para desnudar tanta tramposería electoral; y, para colmo, éstos asumen con desvergüenza programas populistas con la supuesta intención de acallar malestares y habladurías… Que los “bienevales”, que las becas indiscriminadas, que la remodelación de obras públicas preexistentes, y a las que tan sólo se les da una “manita” cobrando precios y prebendas estratosféricos. Se nos repite, por enésima vez, en bombardeo propagandístico y autolaudatorio, la cultura de lo “gratuito” y la “generosidad” de los gobernantes, para embobarnos y justificarse.

Las ofertas de gratuidad pueden ser muy prometedoras, pero van intencionadamente dirigidas, como se ha mencionado acerca de la fallida Cruzada contra el Hambre, pues solamente se ha dispuesto en Municipios de ciertas características electorales. Se trata de gastar lo que sea, con tal de apaciguar pasajeras inconformidades. Y aunque de varias Administraciones atrás se hayan venido solicitando en varios lugares de la República importantes y urgentes obras de infraestructura y de amplio beneficio social, han desfilado gobernantes de diversos colores de Partidos, y las respuestas nunca han pasado de lo puramente inmediato, vistoso y superficial.

Se dice, y con razón, que “cada quien tiene el Gobierno que se merece”. Mas todos podríamos decir que merecemos algo mejor. La realidad que germina -como zacatal molesto, inmenso- de las Administraciones en turno y de la mayoría de los ciudadanos, es la de la cultura de la irresponsabilidad, de entrarle al rejuego de la dádiva y del cohecho, y de no avanzar en la conducta cívica. La mayoría seguimos nadando en el libertinaje de la ilegalidad, del conformismo y de la indolencia, y absteniéndonos de ser corresponsables con la Ecología, pues casi nada hemos avanzado en el cuidado de los desechos del hogar, de las fábricas, del cuidado del agua, de los ríos y arroyos que alguna vez fueron limpios.

Con todo, el ciclo anual, por encima de los avatares políticos, sigue su marcha, y ha llegado el Otoño, tiempo de admirar la madurez de las cosechas y el cambio del ropaje de la Naturaleza, que bien puede ser un signo, para la inteligencia humana, de buscar otras posibilidades de ser y de actuar.


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