jueves, 11 de diciembre de 2014

Y tú, ¿qué haces para que este mundo sea mejor?

Cuestión de enfoques


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El Presidente de Uruguay, José Alberto Mújica Cordano, y el Papa Francisco, dos Jefes de Estado que han puesto el ejemplo de austeridad, de servicio y humildad en el mando.


Luis de la Torre Ruiz

México, D.F.


Buena pregunta. Si yo estuviera en un puesto de decisiones, diría que con hechos de auténtico servicio social para los desheredados. Y no sé si sería suficiente. Al no tener la opción del poder político o económico, la voluntad de hacer mejor este mundo se reduce a mi mundo minúsculo, un mundo personal que ni siquiera alcanza a influir en los más cercanos. ¡Bastante quehacer me representa tratar de ser mejor yo mismo! Tarea de toda la vida con sus altas y sus bajas.


Por modelos no queda

Siento una profunda admiración por aquellas vidas ejemplares que lo han dado todo para que todo esto sea mejor. La Historia de la Iglesia me da un amplio panorama de hombres y mujeres que nos mostraron lo que bien se puede hacer por este planeta. Los ejemplos los encuentro también en diversos personajes universales, de la talla de un Albert Schweitzer, de un Ghandi, de un Luther King, de un Mandela… y actualmente, en dos sorprendentes ejemplos de integridad: el Papa Francisco y José Alberto Mújica Cordano, el Presidente de Uruguay, según los slogans, el Mandatario más pobre del mundo, pero según él mismo, no es que sea pobre, sino austero.

Sorprendente es, en verdad, la figura de este hombre realmente humilde, “pobre”; un franciscano de la laicidad que, teniendo el Poder en sus manos, no tiene ni usa más de lo que necesita, nada más allá de lo indispensable. Su sueldo entero va a una institución de ayuda a mujeres necesitadas, y él vive, y le sobra un cachito, con el sueldo de su mujer, que es Senadora. Su automóvil es un “vocho”. Su casa no es la Casa Blanca, ni La Moncloa, ni Los Pinos, ni se encuentra en un Fraccionamiento como Prados Vallarta. Su casa está en una zona rural, a las afueras de Montevideo, custodiada apenas por una Patrulla y dos Policías. Es una estancia toda sobriedad donde él mismo prepara el mate que ofrece a sus invitados.

Casi octogenario, a este hombre de extraordinaria lucidez, guerrillero tupamaro, con ocho heridas de bala, prisionero por años, le basta con un afinado sentido de la Historia, de la verdad y del amor a la Humanidad. Se confiesa ateo, pero muestra admiración por el Papa y la Iglesia Católica. A su pasado marxista, Mújica lo tiene bien ubicado en su etapa guerrillera, y hoy reconoce y respeta los valores de la Fe, condenando el materialismo que ha sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupado el templo con el dios mercado. Y asienta: “Admiro a la Iglesia porque soy latinoamericano. Y los latinoamericanos tenemos dos cosas en común: la lengua en que pensamos y la Historia de la Iglesia en este Continente”.


La firmeza de convicciones

Esto es, la Historia de la Iglesia, de la Iglesia Católica en este Continente. La Historia de una Evangelización centenaria que ahora se ve revertida por la proliferación de las llamadas iglesias evangélicas, que siguen siendo sectas protestantes que protestan y pugnan por borrar de la Historia la catolicidad de América Latina. Su avance arrollador no seduce a una inteligencia como la de José Mújica. Él es fiel a la verdad de las cosas.

Lo que hace este singular gobernante para que este mundo sea mejor, es ser sincero con sus ideas; y éstas, humanizarlas y hacerlas realidad en su vida diaria. Su infancia campesina le llenó sus alforjas de optimismo y seguridad. Ama y siente la Provincia como una reserva moral en el mundo actual, globalizado y materialista. Cuando le propuso al Papa Francisco hacer algo por la paz, el Pontífice le dijo: “Bien. Oremos por la paz”. Y Mújica le respondió: “Que oren y hablen los Párrocos de todas las Provincias. Su influencia será definitiva”.

¿Hasta dónde este singular personaje va a convencer al mundo de que sí es posible una Humanidad mejor si nos hacemos adictos a la única adicción que debería haber: la adicción al amor? Algo se está logrando en su país. No faltarán enemigos ni críticas ni oídos sordos, pero él está haciendo mucho más que el común de la gente por un mundo mejor.

¿Qué me toca a mí hacer? No quitar el dedo del renglón. Vivir mis días, mis horas, como si realmente pudiera hacer algo porque este mundo sea mejor. Leer, escribir, dibujar, pintar, conciliar, comprender, corregir, volver a corregir, buscar la armonía, la belleza, la convivencia, la disidencia con todo lo que representa el sistema materialista que nos asfixia.


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