jueves, 18 de diciembre de 2014

El entorno de las Fiestas

La Navidad y la Familia

La fecundidad le da plenitud al hogar


Podemos pensar en el festejo de la Navidad como algo meramente comercial, lleno de apariencias, luces, regalos innecesarios para gente que no le importas, o bien, entender y valorar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que se hace presente en nuestras vidas.


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Cristina Parra, Sección Familias


Si me permites, compartiré una vivencia personal: A los pocos meses de que nos casamos Felipe y yo, Dios nos concedió el privilegio de concebir una bebé. Durante el embarazo anduvimos buscando casa, y no fue sino hasta casi la fecha del parto cuando logramos adquirir -no sin muchas trabas y complicaciones- una casa pegadita a la Parroquia Belén de Jesús. Con grande ilusión nos preparamos para su llegada.

Ana Cristina nació el 22 de diciembre, y mientras estábamos en el hospital, las Enfermeras la atendían y yo la alimentaba. Llegamos a casa el 24 al mediodía, y fue en ese momento, al estar los tres solos, cuando entendí que tenía a mi “Niño Dios” de verdad en mis brazos. El nacimiento de nuestra hija nos hizo entender el Gran Misterio de la Fiesta de Navidad.


Los años dan experiencia

A mis 30 años, comprendí aquellas palabras del Evangelio de San Juan: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1, 14). ¿Cómo era posible que Dios, siendo Dios, haya querido hacerse una criatura así de indefensa? ¿Cómo entender que el Creador de todo el Universo fuera tan pequeño y dependiera completamente del cuidado y atención de su Madre? ¿Cómo descubrir en ese pequeño pedacito de carne, con ojos profundos, inocentes, lleno de ternura, a Aquél que pensó en mí desde toda la eternidad? “El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a Mí me recibe” (Mc. 9, 37). Sólo nos restó pedirle a Dios que nos iluminara para hacer bien nuestro papel de reflejarle a Ana Cristina el Amor tan grande que Dios le tiene.

Con el transcurrir de los años, se complicaba festejar su cumpleaños por estar de vacaciones en la escuela. Y es que algunos compañeros salían de la ciudad o tenían compromisos y no la visitaban. Cuando cumplió 13 años, invitó a todos los de su Grupo a comer, al terminar las clases. Muy temprano se bañó, arreglamos la casa, preparé cerca de 50 hamburguesas, y salió a la cochera a esperar a sus visitas. Hasta después de las 4 llegó sólo una amiguita, y durante toda la tarde ella seguía volteando a la esquina, con la esperanza de que alguien más llegara, pero nadie más atendió su invitación. Mientras tanto, yo en la cocina lloraba por la ilusión que ella tenía de su festejo y la tristeza de que a los demás no les importó.


El cumpleañero que no es invitado a la fiesta
A Jesús, el Niño Dios, le sucede lo mismo en cada Navidad. Es SU CUMPLEAÑOS; Él es el festejado; nos manda su invitación con cuatro semanas de anticipación (el Adviento); nos prepara el mejor de los banquetes (la Eucaristía); nos cita en el mejor lugar (la Parroquia y la calidez de nuestro hogar); nos llena de regalos (Gracias); pero también, humildemente, nos pide regalo (nuestra alma limpia y corazón dispuesto). Él quiere compartir su fiesta contigo.

La mejor manera de celebrar la Navidad con la familia, es LIMPIAR la casa de nuestro corazón, de rencores, de ofensas. ADORNARLO con detalles de generosidad, de amabilidad. ILUMINARLO con obras de misericordia y CALENTARLE el pesebre con nuestras oraciones y súplicas. Unidos, en armonía, con sencillez, celebremos la Navidad en Familia.


¡Feliz Navidad!


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