jueves, 18 de diciembre de 2014

El Papa festejó su cumpleaños repartiendo regalos a los pobres de Roma


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CIUDAD DEL VATICANO- La Audiencia General del miércoles en la Plaza de San Pedro fue una pequeña fiesta, pues Su Santidad cumplió 78 años de edad y recibió las felicitaciones de las personas que acudieron a celebrar este acontecimiento con él.

Durante su habitual recorrido, fue aceptando las congratulaciones de la gente. “¡Felicidades, Papa Francisco!”, gritaron algunos. “¡Auguri!”, gritaron otros. También se escuchó la canción del Cumpleaños Feliz en varios idiomas, aunque predominaron el español y el italiano.

Entre los peregrinos, se vieron muchos llegados de América Latina y España, incluidos unos 300 bailadores de tango que se sumaron después a otros 2,400 profesionales para bailar en honor del Pontífice en la misma Plaza.

Por su parte, él no paró de sonreír y de dar las gracias con gestos.

Uno de los momentos más emotivos y divertidos fue cuando el Vicario de Cristo se paró delante de un grupo de jóvenes Seminaristas de los Legionarios de Cristo, que tenían preparada una tarta con seis velas. Los miembros de Seguridad que acompañaban al Santo Padre cogieron el dulce y se lo acercaron. Él apagó las velas y recibió los aplausos de la gente que tenía alrededor.

Pero la cosa no quedó ahí. Los muchachos tenían preparado un mate, la bebida preferida del Pontífice, y se lo ofrecieron. Francisco acogió con agrado el detalle y lo degustó durante unos segundos.

Para celebrar su cumpleaños, el Santo Padre hizo repartir alimentos y regalos a través de voluntarios entre los más pobres de Roma (ACI).


La gran misión de la familia, según el Santo Padre


CIUDAD DEL VATICANO- El Papa Francisco quiere que la Iglesia, con todos sus fieles, se involucre en la oración y la reflexión que acompañan el camino hacia el Sínodo de la Familia del próximo octubre. Así lo expresó en la Catequesis durante la Audiencia General en la Plaza de San Pedro.

Aseguró que la gran misión de la familia es “hacer lugar a Jesús que viene, recibir a Jesús en la familia, en la persona de los hijos, del marido, de la esposa, de los abuelos, porque Jesús está allí. Recibirlo allí, para que crezca espiritualmente en esa familia”.

Al hablar de la familia, en esta ocasión tomó como modelo el Nacimiento de Jesús en Belén, y aprovechó para dar algunos consejos a las familias cristianas: “Acoger a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con Él; y así, mejorar el mundo”.

Dijo luego que “la Encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la Historia Universal del hombre y de la mujer. Y este nuevo inicio acaece en el seno de una familia, en Nazareth. Jesús nació en una familia. Él podía venir espectacularmente, o como un guerrero, un emperador… No, no. Viene como un hijo de familia”.

Subrayó, asimismo, que “Dios ha elegido nacer en una familia humana, que ha formado Él mismo. La ha formado en un apartado pueblo de la periferia del Imperio Romano. No en Roma, donde estaba la Ciudad Capital del Imperio, sino en una periferia casi invisible; o mejor dicho, más bien, de mala fama”.

Recordó el Sumo Pontífice que “Jesús permaneció en esa periferia por más de treinta años”, tal y como cuenta el Evangelista San Lucas.

“’Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres’. No se habla de milagros o curaciones, de predicaciones -ninguna hizo en aquel tiempo-; en Nazareth todo parece suceder ‘normalmente’, según las costumbres de una pía y trabajadora familia israelí”.

La Virgen María y San José son dos ejemplos para la familia, para padres y madres: “¡Cuánto las mamás podrían aprender de los cuidados de María por el hijo! ¡Y cuánto los papás podrían ganar del ejemplo de José, hombre justo, que dedicó su vida a sostener y a defender al Niño y a la Esposa -su familia- en los momentos difíciles!”

Los jóvenes también “podrían ser alentados por Jesús adolescente a comprender la necesidad y la belleza de cultivar su vocación más profunda y de soñar a lo grande” (ACI).


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