jueves, 18 de diciembre de 2014

Cuarto Domingo de Adviento

P. Octavio Ortiz | Fuente: Catholic.net.


natividad-murilloEl Misterio de la Encarnación del Verbo, anunciado por el Ángel a María Santísima, es el punto de unión de nuestras Lecturas. El Segundo Libro de Samuel nos presenta al Rey David con la intención de construir un Templo para Yahveh. En un primer momento, el Profeta Natán aprueba el proyecto, pero a continuación indica a David que la Voluntad de Dios es diversa: no será él, el Rey David, quien construirá el Templo, sino que será Yahveh quien dará a David una “Casa”, una descendencia y un Reino que durarán por siempre (1L). Así pues, David no podrá apoyarse sobre la estabilidad de un Templo construido por mano humana, sino sobre la estabilidad que Dios dará a su Casa, de la cual nacerá el Heredero de la Promesa.

El pleno cumplimiento de esta profecía radica en Cristo, piedra angular empleada en la construcción del Nuevo Templo (1 P 2, 4-10). El Cuerpo de Cristo Resucitado, que vive en su Iglesia, es el verdadero Templo (Jn 2, 20-22). Dios habita en medio de nosotros en el Cuerpo de Cristo, hijo de David e Hijo de Dios (Jn 1, 14). Por medio de las palabras del Ángel dirigidas a María, nosotros conocemos la Encarnación del Hijo de Dios; entramos en contacto con el Misterio del Emmanuel, del Dios con nosotros (EV). El Misterio escondido por siglos se ha manifestado en Cristo con el fin de atraer a todos a la obediencia de la Fe (2L). Porque tanto ha amado Dios a los hombres, que les ha dado a su Hijo único.

La Encarnación del Verbo, una invitación al gozo profundo. Al escuchar el Mensaje del Ángel, María es invitada, en primer lugar, a la alegría: “Alégrate, María”. Ciertamente se trata de una alegría especial, la alegría que nace porque Dios viene, Dios está por venir, y es Ella, la Doncella de Nazareth, quien será una “digna morada” para su Hijo. ¡Misterio inconmensurable: Dios se hace hombre! ¡Dios se hace hombre en el seno de una Virgen Purísima, su creatura!

El Señor ha elegido a una humilde doncella de un pequeño pueblo de Israel para constituirla en Madre de su Hijo. El Poder del Espíritu Santo la cubrirá con su sombra y tendrá lugar en Ella el Misterio escondido por los siglos, el Misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. Admirable Misterio del Amor de Dios, para quien nada es imposible. Por eso, podemos repetir con el Salmista en este domingo: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.


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