jueves, 18 de diciembre de 2014

EDITORIAL

Escenarios frente a la crisis política


Frente al pronóstico que hicieron muchos analistas, de que el caso de los 42 estudiantes desaparecidos y uno muerto de la Normal Rural de Ayotzinapa perdería fuerza, al finalizar el año lo que estamos presenciando es que la indignación social persiste y el repudio a lo que está sucediendo no cesa. Por esta razón, es necesario poner sobre la mesa del debate los tres escenarios que se están perfilando para enfrentar la crisis política del país:

1. La negación de la crisis. Buena parte de la clase política y de los poderes fácticos niega que el sistema político esté sumido en una profunda crisis, ya que consideran que lo acontecido en Guerrero es un “hecho aislado” que no representa lo que sucede en el resto del país, y que los movimientos y grupos sociales que exigen cambios de fondo y la renuncia de Enrique Peña Nieto son colectivos subversivos que sólo buscan desestabilizar al poder político constituido y atentar contra la paz social. En este escenario, la posibilidad de que aparezca la represión gubernamental está latente.

2. El impulso de las reformas-remedio. El segundo escenario posible es que algunos políticos, sus partidos y ciertos ideólogos gubernamentales asuman y reconozcan la crisis política, y ante ésta, propongan y aprueben soluciones de corto plazo para los problemas que nos aquejan. Estos cambios no transformarán de fondo las raíces y el origen de los problemas, pero tratarán de resolver los efectos más nocivos de lo que está sucediendo. El Decálogo de acciones que presentó el Presidente hace unos días es un ejemplo nítido de este tipo de propuestas, que si bien van dirigidas a paliar algunos efectos visibles de la crisis, no resolverán los problemas de fondo, pues tocar aspectos medulares que provocan esta situación, como la lacerante impunidad en la clase política o el cuestionamiento al modelo económico que hemos seguido durante los últimos treinta años, empíricamente ha demostrado su inviabilidad.

3. La apertura a un proceso de reformas constituyentes. En varios países de América Latina: Brasil, Bolivia, Ecuador y Chile, por ejemplo, los grandes procesos de cambio social fueron seguidos de la elaboración de una nueva Constitución Política. En México, con la alternancia en la Presidencia, varios grupos políticos propugnaban por la llamada Reforma del Estado, que en el fondo nos llevaría a la convocatoria de un nuevo Congreso Constituyente que diera pie a una nueva Carta Magna. Este esfuerzo fracasó, y el Gobierno de Vicente Fox Quesada no quiso y no pudo llevar adelante esta iniciativa. Luego de esta crisis política, varios colectivos sociales están retomando esta idea y proponiendo la convocatoria a un nuevo Congreso Constituyente que reconstruya el Pacto Social y dé paso a un nuevo sistema político con nuevas reglas y características. Este escenario es el más radical e improbable de los tres planteados, pero sería el más deseable, pues daría la oportunidad, de una vez por todas, de llevar a cabo las transformaciones necesarias y la anhelada transición democrática.

Uno de los debates más importantes entre los analistas sociales versa sobre lo que representará el caso Ayotzinapa para la vida política de México, y en tal discusión podemos encontrar dos grandes posturas: si la desaparición de los 42 normalistas y la muerte de uno de ellos será una indignación más que se sumará a la larga lista de agravios a la Sociedad mexicana en la Historia reciente, o si se convertirá en un parteaguas que detone cambios y transformaciones fundamentales al sistema político.

Es verdad que las movilizaciones sociales son parte fundamental del cambio social y que estamos ante nuevas formas de organización social, pero también es cierto y menester dar rienda suelta a la imaginación política para prefigurar lo que puede construirse y, con ello, dar paso a un nuevo país.


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