jueves, 11 de diciembre de 2014

Sacerdotes mexicanos celebran a La Guadalupana en Roma

Un amor sin fronteras


«Danos la paz y el trigo, Señora y Niña nuestra, una Patria que sume hogar, templo y escuela, un pan que alcance a todos y una Fe que se encienda por tus manos unidas, por tus ojos de estrella». (Extracto, I Vísperas, Solemnidad de Ntra. Sra. de Guadalupe)


Festejo guadalupano


Pbro. Adrián Ramos Ruelas

Roma, Italia


BENDITA TRADICIÓN

Año con año, el domingo más próximo anterior al 12 de diciembre, quienes integramos la comunidad sacerdotal del Pontificio Colegio Mexicano en Roma, celebramos con alegría y llenos de Esperanza la Fiesta de la Virgen de Guadalupe.

Con dos meses de anticipación, conscientes de la necesidad y oportunidad de festejar a nuestra Santísima Madre, a quien muchos hemos consagrado nuestra vocación sacerdotal y a quien todos rendimos un sincero amor que no conoce fronteras, se busca organizar mediante distintas Comisiones y con diferentes Equipos, llamados “de provincia”, este singular festejo tradicional.

El día tan esperado, en esta ocasión fue el reciente domingo 7 de diciembre, en que nos dimos cita en la Parroquia de Nuestra Señora de Coromoto, a unas cuadras apenas de este recinto sacerdotal, para celebrar jubilosos la Eucaristía. En esta Acción de Gracias, no falta nunca un Sacerdote u Obispo mexicano que gustosamente presida la celebración; ahora lo fue el Arzobispo de Oaxaca, antes Obispo de Tuxtla Gutiérrez y primeramente Auxiliar de la Arquidiócesis de Guadalajara, José Luis Chávez Botello, quien compartió la Fe, la Esperanza y el Amor de los mexicanos con los Sacerdotes, las Religiosas que nos asisten en el servicio de casa, los trabajadores, los invitados, amigos y conocidos, y la feligresía italiana, que percibió con admiración nuestro “modo” particular de volcar nuestro corazón a La Morenita del Tepeyac.


PALABRAS DE ESPERANZA

De la reflexión que nos compartió el Arzobispo brotaron palabras de aliento y esperanza, a propósito de las turbulencias sociales que se han venido acentuando en nuestro querido México a causa de los hechos lamentables de violencia sucedidos en los últimos meses. El Evangelio de San Lucas, que resalta la Liturgia “Guadalupana”, nos puso de manifiesto la prontitud y caridad de María, quien acudiera solícita a auxiliar en momentos de apuro a su prima Isabel. “Por ello, a María debemos imitar, nos exhortó el Prelado, y con Ella hemos de sensibilizarnos para retomar el dinamismo de la Fe y acudir a ejercer la caridad donde haya necesidad.

“Ella es una intercesora digna de imitar, pues así como fue presurosa a llevar a Jesús y a servir al mismo tiempo, así nosotros también hemos de llevar a Cristo, sin protagonismos, para promover la justicia y la paz en nuestro pueblo. Los momentos críticos son siempre una Gracia de Dios, una oportunidad de purificación. Salgamos, pues, de nuestra cerrazón y mostremos a Jesús. María nos enseña a caminar, nos pone en paso. Abramos nuestro corazón para mostrar las maravillas que Dios hace”, señaló, enfático, entre otros conceptos aleccionadores de su homilía.

Tras la Celebración de la Misa, con una colorida y ornamentada ambientación, entre flores y luminarias, los cánticos de la Schola Cantorum del Colegio Mexicano y la Danza “Ayotzinapan”, ensayada para esta ocasión, llevamos a cabo también la tradicional Peregrinación con la Imagen Guadalupana, acompañada con el rezo del Santo Rosario por las calles de Roma, expresando así nuestra particular devoción mariana y nuestra “religiosidad popular” que tanto han querido preservar y promover el actual Magisterio de la Iglesia y de manera muy especial el Papa Francisco.

Finalmente, el festejo culminó con emotiva y cálida reunión al llegar a casa, amenizada con música de mariachi, con bailables típicos regionales de México y una tradicional cena mexicana, que dieron el toque de alegría y convivencia fraterna, propios de nuestra raza mestiza.


UNA FE DE EXPORTACIÓN

Una vez más, los Sacerdotes mexicanos que residimos en Roma por cuestión de estudios a solicitud de nuestros Obispos, pusimos de manifiesto nuestra Fe y fervor guadalupano, que se ha convertido aquí en Roma, corazón geográfico del Catolicismo, en una riqueza espiritual que inyecta optimismo y prosperidad a nuestra Iglesia Universal y que nos da la ocasión de medir nuestra enorme capacidad de amar a la misma Madre del Amor, de la Ciencia y de la santa Esperanza.

Santa María de Guadalupe, Reina de la Paz, ruega por nosotros y por nuestro país que sufre, pero que se ve consolado cuando se dirige a Ti, su tierna y bondadosa Madre.


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