También deber de gratitud
José de Jesús Ávila Chávez
2º de Teología
¿Es posible orar por los difuntos? Y, si es así, ¿les aprovecha en algo? Nuestros hermanos protestantes dicen que la Biblia enseña que los muertos ya no existen, y que no debemos pedir por ellos porque es desagradable a Dios. Al respecto, Benedicto XVI nos dice:
“…en los días en que se visita el cementerio para rezar por los seres queridos que nos han dejado, es como ir a visitarlos para expresarles, una vez más, nuestro afecto; para sentirlos todavía cercanos, recordando también, de este modo, un Artículo del Credo: en la Comunión de los Santos hay un estrecho vínculo entre nosotros, que aún caminamos en esta Tierra, y los numerosos hermanos y hermanas que ya han alcanzado la eternidad”…
En efecto, el Credo que rezamos cada domingo en la Santa Misa nos recuerda que los fieles difuntos están unidos a nosotros, y que no sólo nosotros oramos por ellos, sino que ellos mismos interceden por todos los que aún peregrinamos en este mundo.
“…aunque la muerte sea con frecuencia un tema casi prohibido en nuestra Sociedad, y continuamente se intenta quitar de nuestra mente el solo pensamiento de la muerte […] el camino de la muerte, en realidad, es una senda de esperanza; y recorrer nuestros cementerios, así como leer las inscripciones sobre las tumbas, es realizar un camino marcado por la esperanza de eternidad…”
En ocasiones pensamos que no debemos hablar sobre la muerte. Hay quienes consideran que, el hecho de evitar hablar sobre ella, aleja, de alguna manera, la posibilidad de morir. Pero, en realidad, no existe una certeza más grande en esta vida que la seguridad de que algún día moriremos.
“…Tenemos miedo ante la muerte porque tenemos miedo a la nada, a este partir hacia algo que no conocemos, que ignoramos. Y entonces hay en nosotros un sentido de rechazo, pues no podemos aceptar que todo lo bello y grande realizado durante toda una vida se borre improvisamente; que caiga en el abismo de la nada. Sobre todo, sentimos que el amor requiere y pide eternidad, y no se puede aceptar que la muerte lo destruya en un momento…
“…También sentimos temor ante la muerte porque cuando nos encontramos hacia el final de la existencia existe la percepción de que hay un juicio sobre nuestras acciones, sobre cómo hemos gestionado nuestra vida, especialmente sobre aquellos puntos de sombra que, con habilidad, frecuentemente sabemos remover o tratamos de remover de nuestra conciencia”…
Tenemos que estar preparados para la muerte; pero no con temor ni angustia, como quien espera un castigo eterno y cruel, sino con la Esperanza de aquel que ansía ver a su Señor, como el enamorado espera con alegría el momento de encontrarse con su Amor eterno, para nunca separarse de Él y hacer que su Amor nunca tenga fin, y nada pueda separarlos otra vez.
¿Debemos rezar por ellos? Sí. Pero no sólo eso; debemos confiar enteramente en que están en las manos de Dios, y que un día también nosotros estaremos junto a ellos, contemplando el rostro de Jesucristo, la Vida, la Verdad, la Resurrección, Aquél que ha vencido los poderes de la muerte, para nunca más morir.
(Cfr. Benedicto XVI, Audiencia General, en la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Sala Paulo VI, 2 de noviembre de 2011).
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