jueves, 18 de diciembre de 2014

La Educación y la Capacitación

Un soporte descuidado


Adolescentes EPA


Alberto Gómez Barbosa


Tiempos difíciles, inéditos, los que está pasando nuestro México. Contaban los abuelos los sufrimientos que pasaron quienes vivieron la Revolución, pero desde los años 30’s del pasado siglo, no había estado el país en la postración y la incertidumbre actuales.

Muchas son las razones que aducen los especialistas para explicar la situación: corrupción, impunidad, imposición del ominoso programa económico neoliberal, y un largo etcétera; pero yo encuentro una muy profunda, que puede ser causa fundamental y que detona a otras: en México ha bajado en calidad y en cobertura la capacitación escolar, y es cada vez menor también la educación que debe impartir la familia.


Alud de desaciertos

Un pueblo mal formado y desinformado es muy manejable. El sistema educativo nacional ha sufrido, desde hace muchos años, enorme desgaste. Dista de ser el factor de progreso que desarrolló José Vasconcelos Calderón y que apoyó otro destacado Ministro de Educación, Jaime Torres Bodet.

Intereses de los grandes capitalistas, tanto mexicanos como extranjeros, y de los grupos políticos, inciden en una planeación para mantener a la mayoría de los mexicanos en la ignorancia que, unida a información manipuladora, ha mantenido dócil, hasta ahora, a un pueblo que se ha convertido en proveedor de mano de obra barata que no sólo funciona bien para las empresas extranjeras, mayormente de maquila que aquí se establecen, sino también para las firmas mexicanas que prefieren contar con una fuerza de trabajo mal pagada que crear un mercado interno fuerte que beneficiaría a las propias empresas y daría posibilidades de mejorar la vida familiar de todos, con ingresos justos por los empleos, hoy tan mal remunerados.

Esa mano de obra barata es también de exportación. Basta conocer la cantidad de campesinos que aceptan en Estados Unidos trabajos del más bajo nivel, y sufren discriminación y malos tratos, con el fin de enviar a sus familiares unos dólares, conseguidos con esfuerzo que a los “de acá” les permiten sobrevivir. Y no es poco lo que envían nuestros trabajadores mexicanos desde el Norte, pues esas remesas han ocupado el segundo lugar en ingresos por divisas a nuestro país.

Políticamente, la ignorancia y la deformación informativa que incansablemente realizan las cadenas televisivas principalmente, convierten en votantes dóciles a quienes también por necesidad son presa fácil de los Partidos políticos que les dan “espejitos” -tarjetas de consumo, y entregas de efectivo- a cambio de sus votos. Ya no son los tiempos de la torta y el refresco para llevar a los acarreados a votar. El costo actual para los Partidos políticos es mucho mayor. Lo pagamos todos.


Hay que ir a la raíz

Es muy importante la toma de conciencia de la situación por la que atraviesa la Patria. Estoy totalmente de acuerdo con Monseñor José Raúl Vera López, Obispo de Saltillo, quien recientemente declaró: “Es necesario refundar al país”. En tal sentido, son prioritarias las acciones encaminadas a ofrecer, entre otras cosas, educación y capacitación escolar alcanzable y de calidad a nuestros niños y jóvenes. No saldremos del bache mientras no contemos con una juventud educada por la familia en los valores verdaderos, y por la escuela con una capacitación humana que refuerce los valores éticos; no sólo los del conocimiento.

No basta con alentar a los padres para que envíen a sus hijos a escuelas donde se fortalezcan los principios que la familia les inculca, sino dar a quienes apenas logran alimentar a su familia, la oportunidad de enviar a sus hijos a escuelas accesibles para ellos, en las que niños y jóvenes encuentren instrucción y adiestramiento, a la par que complementen las fortalezas inculcadas en el hogar.

Ciertamente el Estado provee educación casi gratuita a un amplio sector del país, y es muy importante ese empeño realizado con dinero de todos; pero no es bastante en cobertura y, muchas veces, tampoco en calidad.

Ante ese panorama, los católicos debemos emprender un esfuerzo para sostener las escuelas católicas existentes y aumentar el número de ellas, desde Primarias hasta Instituciones de Estudios Superiores. Las Escuelas Parroquiales han sido semillero de talentos y forja de hombres de bien; las Instituciones Universitarias Católicas realizan encomiable labor, pero están muy por encima en sus costos de lo que la gran mayoría puede pagar.

Es inaplazable dotar de mejores armas a nuestros jóvenes para enfrentar el mundo actual, tan materialista y tan carente de principios morales. Lo que podamos aportar los católicos es importante y será de trascendencia para el país. Una formación integral abrirá las puertas a un mejor futuro para las nuevas generaciones y, por tanto, para nuestra Nación. Cabría crear y sostener un Fondo para la Educación Católica.

Y es de importancia, también, exhortar a los jóvenes a abrazar la Carrera Magisterial, que es un apostolado. Contar con muchachos y jovencitas que se preparen para desarrollar a los niños y jóvenes, con entusiasmo, con patriotismo, es urgente. Quienes somos de generaciones anteriores, guardamos gratos recuerdos y agradecimiento a Maestros y “Señoritas”, como antes llamábamos a las Maestras de Primaria, a quienes debemos mucho por la formación que nos dieron.


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