jueves, 18 de diciembre de 2014

¿Cómo superar el dolor ante una pérdida?

El consuelo viene de Dios


Aparte de ser, el Invierno, una época de enfermedades y accidentes que hasta suelen acarrear la muerte, es tiempo propicio, en muchos casos, para la nostalgia o la melancolía, que incluso producen depresión.


María Teresa Edmé González Maciel


Misa concurridaTodos los seres humanos, en algún período de su vida, son visitados por el dolor. Lo quieran o no, la presencia del dolor, a veces acompañado de sufrimiento, llega a quienes habitan el Planeta Tierra.

Ante este arribo inminente, se antoja tener herramientas para vivir con paz y serenidad. Una de ellas es el valor del desprendimiento, que se ejercita en los diferentes momentos de la vida. Es el caso de la pérdida de una amistad por un mal entendido, las incomprensiones, las injusticias o rechazos.

Esto debe llevarnos a manejar tales situaciones y a procurar encontrar una enseñanza en el dolor, que nos prepare, sin que necesariamente deseemos que ocurra, para momentos más difíciles, como por ejemplo la baja sensible de salud, la mutilación de una parte del cuerpo, un divorcio, la muerte de un ser querido, enfermedades prolongadas o el extravío de objetos materiales.


Síntomas y prescripciones

El dolor se manifiesta en el cuerpo, en la mente, en los sentimientos, en el alma… duele todo. Es necesario, por salud mental y física, superar dicha sensación. Jesucristo ayuda a liberar de toda atadura, y ciertamente el duelo es una de ellas; Jesús viene a darnos la libertad de los hijos de Dios. “Para ser libres, nos ha liberado Cristo. Por eso, manténganse firmes y no permitan de nuevo el yugo de la esclavitud” (Gal 5, 1).

Tomar conciencia es un paso, y seguir un proceso es el otro paso subsecuente. Estar consciente es conocer y aceptar que lo que pasa es real, y llevar el proceso es buscar ayuda para sanar y aprender a vivir sin aquellos o aquello a lo (s) que había un apego. Es indispensable cerrar círculos y despedir lo querido con mucha paz.

Para que esto ocurra, se requiere, por principio de cuentas, de la ayuda de Dios, ya que Él está presente en todo momento. El Papa Juan Pablo II decía: “Cristo Crucificado es una prueba de solidaridad de Dios con el hombre que sufre”.

Obviamente, se hace menester una acción con valentía, coraje, fuerza, determinación, sobre todo cuando el dolor aparece de manera imprevista, violenta, desestabilizando la propia existencia. Ahora bien, en un plano más profundo, es importantísimo aprender a vivir sin las cosas perdidas, así como prescindir de los seres de quienes se dependió o se gozaba de amistad y afecto.

La fuerza de voluntad, la serenidad y la Fe son elementos que colaboran, de manera sustancial, a la superación del duelo. En el caso de la separación de un ser querido, hay que hablar de él en familia, expresar los sentimientos que habiten en el corazón y contar con el apoyo emocional de los más cercanos. En caso necesario, buscar ayuda psicoterapéutica adecuada para sanar.

El dolor, si se sabe aprovecharlo, toca fibras interiores del alma con el objetivo de abrir para comprender también el dolor de los hermanos y ser mejores personas. Permite ver lo que antes estaba oculto a los ojos, y este camino nos conduce a la madurez, al crecimiento.

¿Qué nos diría el ser querido que se fue?… De seguro: “Dame un regalo, vive con plenitud, sé feliz”. Hay que responder con una vida nueva y con las palabras de Gabriel Marcel: “Amar a alguien es decirle: ‘Tú nunca morirás’, ya que esa persona nos acompañará a través de su recuerdo, sus enseñanzas, alegrías. Hacerlo como aquella madre que ante la muerte accidental de sus dos hijos, exclamó: “Señor, hace 23 años me los diste con mucho amor; hoy te los regreso con mucho amor”.


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