jueves, 18 de diciembre de 2014

Un encuentro sanador en la Navidad

Querida Lupita:


Me parece imposible superar el dolor que sentí cuando, siendo pequeña, me arrancaron de los brazos de quien yo consideraba mi madre. Nací de mi mamá biológica cuando ella tenía 14 años. Me crió mi abuelita con mucho amor, pero vivía yo un infierno con un abuelito alcohólico y violento. Mi vida era muy dura, pero el amor de esa abuela me sostenía. Cuando yo tenía 6 años, mi mamá biológica vino por mí y me dijo que mis abuelos ya no podían cuidarme. Jamás olvidaré aquel dolor. Sentí morirme. En este tiempo navideño, mis recuerdos me hacen daño. Aparecen con fuerza, y siento que no puedo dominarme. Necesito ayuda, pues me doy cuenta de que contagio mi amargura a mi familia actual: esposo y dos hijos. Me siento indigna de sus regalos y cariños, cuando yo soy como el “grinch”. Quiero cambiar y no sé cómo.


Andrea.


Muy estimada en Cristo, Andi:
He sido testigo de verdaderos milagros de conversión. Sé que Dios puede transformar tu corazón para que seas plenamente feliz, de acuerdo a su Plan.

Recordemos la Palabra de Dios expresada en el Libro de Ezequiel: “Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez. 36, 26).

En torno al período navideño, prepara tu corazón para encontrarte con Cristo Vivo, quien nació históricamente en Belén hace más de dos mil años. Él resucitó y quiere nacer en tu corazón para renovarte completamente. Él vendrá glorioso para instaurar la Civilización del Amor.

Dos palabras para ayudarte a abrir tu corazón de par en par a Jesucristo: comprensión y acción.

Primeramente, compréndete a ti misma. Mira tu pasado con la ternura de Dios, pues te creó para que fueras amada por tus padres, pero la dureza del corazón humano no da entrada al Señor, y sin Él no puede amar. Debiste recibir atenciones y calor humano, y en su lugar tuviste malos tratos y frialdad. Nuestro Dios, que es justo y misericordioso, ha querido compensar tu dolor regalándote una familia hermosa. No vuelvas a decir que no la mereces, aun cuando tu conducta sea dura e inadecuada. Comprende que tienes ‘razones’ para ser así.

Mira por unos momentos a tu niña interior herida, lastimada injustamente. Abraza a esa pequeñita, consuélala y dile que ella no tiene culpa de nada y que Dios sabrá recompensarla.

Haz este ejercicio invitando a Jesús Vivo a estar presente y sanar tu dolor. ¡Sólo Él puede hacerlo!

Prepara este encuentro de tal manera que puedas decir sinceramente “Señor, si quieres, puedes limpiarme”, y prepárate para escuchar nítidamente su respuesta: ¡QUIERO, QUEDA LIMPIA!

La segunda palabra es: “acción”. Una vez que sientas esa acción divina que te consuela y te sana, proponte dar lo mejor de ti a los tuyos. Tu sentimiento ya no te esclavizará porque habrás sido liberada. Jesús nunca invitó a una vida fácil; nos habló de sacrificio, de vencernos a nosotros mismos por el bien de quienes amamos. Este paso que no has podido dar, lo darás con seguridad una vez que tengas la certeza del Amor de Dios.

Transforma tu tristeza en sonrisa y tu resentimiento en amor. No se trata de negar tus sentimientos, sino de sentirlos, nombrarlos, reconocerlos y… soltarlos. Que ellos no te alejen del amor verdadero; ese amor que, sólo dándolo, vuelve a ti.


valores-en-Navidad


No hay comentarios.:

Publicar un comentario