miércoles, 23 de abril de 2014

Ventajas de la oración confiada

Lic. Lupita:


Hay cosas que no puedo entender, aunque quisiera. Una de ellas es saber que existen Conventos y Monasterios en donde viven personas que se han consagrado exclusivamente a la oración. ¿No es mejor que se pongan a trabajar? Me parece un desperdicio que existan lugares tan amplios que no puedan utilizarse sino sólo para rezar.

Arnulfo.


MUY ESTIMADO EN CRISTO, ARNULFO:

Rendida Adoración“Desde que el hombre dejó de conversar con el Cielo, el Infierno le dirige la palabra”.

El hombre del Siglo XXI vive como si Dios no existiera. El mundo perece porque no ora; estando mudos hacia Dios, vivimos de espaldas a Él.

Los grandes místicos nos han dejado enseñanzas profundas acerca de la oración. San Agustín, por ejemplo, afirmaba que la oración es la fortaleza del hombre y la debilidad de Dios.

Jesucristo nos enseñó a orar con insistencia, confianza y perseverancia:

- Pide, y se te dará (Mt 7,7-8).

- Todo lo que pidas con Fe, lo recibirás (Mt 21,22).

- Lo que pidas en mi nombre, eso haré (Jn 14, 13-14).

Te equivocas al considerar que nada hacen aquellos que oran. Ten por cierto que, sin su entrega, el Mal ya nos hubiese destruido. Quienes han entregado su vida a la oración son pilares que sostienen al mundo y traen bendiciones a las almas para que se salven.

El que usa su tiempo para hablar con Dios, obtiene grandes ventajas:

-Se fortalece frente a las tentaciones.

-Se hace virtuoso.

-Se hace piadoso. San Pablo decía que la piedad es útil para todo.

-Se le conceden bienes temporales que no estorben a su salvación.

-Se protege contra las acechanzas del enemigo.

-Se consigue conocer la Voluntad de Dios y hacer el Bien.

Cuando la Iglesia funda Comunidades de Oración Perpetua, no hace sino obedecer el Mandato Divino:

- Oren, para que no caigan en tentación (Mc 14,38)

- Vigilen y oren (Mt 26,41)

- Es preciso orar en todo tiempo, sin desfallecer (Lc 18,1).

Cuánta seguridad ganaríamos si supiésemos recurrir confiadamente a la ayuda de Nuestro Creador. San Agustín nos enseñaba que “Dios no manda imposibles, y al mandarnos una cosa, nos advierte que hagamos lo que podamos, pidamos lo que no podamos y Dios hará que lo podamos”.

Ante las adversidades de la vida, ¡oremos! Hagamos lo que esté en nuestras manos, pero confiemos en ese Padre Amoroso que nos enseñó a contar con Él.

Qué grande la Fe de aquella pequeñita que, al ir de compras por la cena para sus hermanos, volvía a casa con lágrimas al no haber conseguido ni la mitad de lo necesario por falta de dinero. Se topa con una iglesia y entra confiada a rezar: “Padre Nuestro… Danos hoy el pan con mantequilla de cada día… Amén”.

Lo pide fervorosamente, y se sorprende al ver, a la puerta de su hogar, un kilo de mantequilla y una bolsa llena de pan!

Una mujer que en la iglesia la escuchó rezar, sintió un llamado a ser “las manos de Cristo” y actuar en su nombre.

Así lo ha querido Dios. Somos inspirados por la oración a pedir lo bueno y a hacer el Bien.

Por eso dice San Alfonso María de Ligorio: “Quien ora, se salva; quien no ora, se condena”.


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