jueves, 24 de abril de 2014

El contacto con el Papa Bueno y el Papa Amigo

La canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II es un hecho significativamente emotivo para el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo Emérito de Guadalajara, pues lo remite a su etapa como estudiante, durante el pontificado de Juan XXIII, y a su época como Rector del Seminario de Guadalajara, ya en el período papal de Juan Pablo II.


82-15


Información: Pbro. Paulino A. Coronado Campos

Redacción: Sonia Gabriela Ceja Ramírez


“El Papa Juan XXIII fue elegido el 26 de octubre de 1958; yo tenía un año de ordenado y estudiaba todavía en Roma; estaba haciendo mi tesis doctoral, así que me tocó estar en la Plaza de San Pedro cuando salió humo blanco y anunciaron que Giuseppe Roncalli había sido electo.

“Inmediatamente cayó muy bien por su humildad y por su sencillez. Me tocó todavía estar dos años en Roma y participar en varias ceremonias con él; en una ocasión dio una audiencia especial al Colegio Pío Latino, que era nuestra residencia; esa vez me tocó saludarlo de mano.

“Lo conocí más siguiendo sus pasos, cuando convocó al Concilio, cuando lo inauguró y estuvo en su primera sesión; y sobre todo después, experimentando esa apertura que dejó a la Iglesia; una apertura que todavía se está viviendo y se goza, dándole a la Iglesia un giro para ponerla a tono con el caminar de la sociedad actual”.


El Papa Bueno
El Cardenal Sandoval afirma que el mote le venía muy bien a Juan XXIII: “Era bueno de corazón, muy sencillo. Su misma figura contrastaba mucho con la de Pío XII; éste era más bien alto, muy delgado, muy intelectual; era de la nobleza romana, mientras que Juan XXIII era un campesino, bajito, narizón, pero siempre con la sonrisa en la boca y el gracejo en el responder”.



Respecto a las virtudes de Juan XXIII que se pueden proponer a los fieles de la Iglesia católica para su imitación, el Cardenal Juan Sandoval afirmó: “Yo pienso que era un hombre con una piedad sencilla y profunda, como de niño, sin aspavientos. Tenía mucha caridad y alegría para ejercer su ministerio con una gran confianza en Dios.

“Creo que este hombre estaba lleno de Dios y por eso tuvo inspiraciones muy visionarias. Creo que hizo una gran labor.

“Era sencillote, pero muy sabio y prudente, con un sentido común bárbaro”.



Juan Pablo II
“Mi relación con Juan Pablo II comenzó cuando vino el a México en su primera visita en enero de 1979. Venía el Papa a inaugurar la III Conferencia del Episcopado Latinamericano que se celebraría en Puebla, pero los Obispos quisieron aprovechar para traerlo de un lado a otro. En ese primer viaje visitó muchas ciudades del país, en jornadas verdaderamente agotadoras, pero él estaba muy fuerte, con 58 años de edad, recién elegido, todavía no sufría el atentado de aquel 13 de mayo de 1981, así que estaba entero.

“Nadie se esperaba aquellas muchedumbres rodeándolo en donde quiera que llegaba. El pueblo se supo católico cuando vino Juan Pablo II, y el Papa supo que tenía un pueblo que lo quería mucho. Ese primer viaje a México le dio la pauta para sus demás viajes por el mundo.

“A mí, como Rector del Seminario, me tocó darle un breve saludo, mas cuando lo vi y lo escuché hablar, sentí que venía una luz muy grande para la Iglesia de Dios, con aquella fuerza, con aquella claridad, con aquella profundidad espiritual que tenía”.


Las distinciones personales
“Nueve años después me nombró Obispo y me mandó a Ciudad Juárez. Ya como Obispo tuve otras oportunidades de verlo, sobre todo, de manera más prolongada en el 8º. Sínodo de 1990 que trató sobre la Formación Sacerdotal. Estuve por cuatro semanas participando activamente como Delegado de México junto con otros dos Obispos. El Papa tuvo a bien irnos invitando a los 300 sinodales, ya sea a comer o cenar por grupos pequeños, así que estuve en la mesa del Papa.

“Posteriormente, me nombró miembro de la Comisión Preparatoria del Sínodo de América que se realizaría en 1997, y luego relator general del mismo. Fue el reto más grande.

Para ese tiempo ya estaba hecho el milagro de nuestros Santos Mártires que habían sido beatificados el 22 de noviembre de 1992, cuando todavía era Arzobispo el Cardenal Posadas. Así que durante el Sínodo me acerqué al Papa y le pedí que nos regalara la canonización de estos Santos para el gran Jubileo del 2000, así que el Santo Padre pidió a la Congregación para la Causa de los Santos que agilizara los trámites y nos hizo ese regalo el 21 de mayo. En ese mismo año, ypor recomendación de un Arzobispo español, amigo mío que ya murió, pedí el Congreso Eucarístico para Guadalajara y el Papa nos lo concedió”.

El Cardenal Sandoval aprecia mucho el anillo, que al crearlo Cardenal, le impuso Juan Pablo II, así como los pectorales que les regalaba durante los Sínodos, pero sin duda, su recuerdo favorito lo constituyen las fotografías que se tomó con él: “Son muchas y todas son extraordinarias. Todas manifiestan la bondad y el cariño de este hombre. La que más quiero es una en la que ya está anciano; estamos juntos y me pone la mano en el hombro, y aunque no recuerdo qué me está diciendo, se nota la calidez de su gesto.

“Yo siempre estuve convencido de que era un hombre santo, completamente entregado al Señor y al Pueblo de Dios. Ahora, verlo en los altares me da mucho gusto. Como tuve un contacto tan personal con él y me llenó de favores y bendiciones, me siento muy feliz y agraciado”, concluye afirmando el Arzobispo Emérito.


Roma07


No hay comentarios.:

Publicar un comentario