jueves, 10 de abril de 2014

EDITORIAL

Si los niños callan, hablarán las piedras


Empieza la Semana Mayor. En aquel tiempo, hace siglos, en la capital política y religiosa de Israel, era una mañana soleada; por todos lados había vitalidad; la gente se preparaba a la gran Fiesta y recogía flores, cortaba ramas; los niños saltaban de emoción por todos lados; las mujeres sacaban sus mantos de más vistoso colorido, y comenzaba a entonarse uno de los cánticos más tradicionales del pueblo hebreo: “Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor”.

Pero, entretanto, Él lloraba, pues según nos narra el Evangelio de San Lucas, cuando Jesús contempló de lejos la ciudad, lloró. Conocía a fondo a su pueblo, lo amaba y le dolía. Así fue el Primer Domingo de Ramos: un pórtico de fiesta solemne, pero también un resquicio que permitió asomarse al Corazón de Dios, que ya sufría por lo que habría de venir.

Hoy, al conmemorarse esa fecha con la cual se inicia la Semana Santa, muchos creyentes salen también este domingo con flores, cánticos, euforia, y el corazón henchido de una alegría sencilla a recibir a Jesús. Como en aquel lejano domingo, también hoy cuántos extienden el manto de su confianza para recibir al que viene en el Nombre del Señor, aunque, al mismo tiempo, otros más siguen ignorando al Rey con poses estudiadas y fingidas. En ciertas culturas, definitivamente no hay espacio para Él. No es bienvenido en algunos ambientes; ahí, donde la mentira es moneda corriente para comprar y vender. Sin embargo, Él quiere llegar hasta las conciencias, al corazón del mundo, a sus ilusiones, a sus horarios, a sus fiestas. Hoy como entonces, por una parte sigue habiendo jolgorio; por otra, desprecio y dolor.

Para aquellos de corazón espontáneo que salen entusiasmados al encuentro de Jesús que llega montado en un borrico, el Mesías se deja querer. Su ingreso les pone ante la alegría de reconocer a Jesús como el Señor de la Historia, y a la par les introduce de lleno al escenario de los Misterios de su Pasión, Muerte y Resurrección. Ahí está la disyuntiva de su presencia; Él sigue amando a los sencillos, aun a aquellos que lo orillan al olvido o de plano lo desconocen.

Es cierto, se viven tiempos de individualismo y libertad exacerbada, en los que parece ser que Dios no cabe. El colmo actual al que se ha llegado es que a infinidad de niños se les niega la posibilidad de sentirse amados y bendecidos por Jesús. Cabría preguntarse a fondo: ¿En la Sociedad contemporánea este Profeta de Dios tiene lugar? ¿Sigue siendo bienvenido? El arraigo de la violencia parece que lo ha expulsado y ha rechazado radicalmente su Mensaje de Paz.

Las corrientes políticas y filosóficas de la deshumanización, en el toma y daca de la subasta de la conciencia, han desahuciado y engatusado al otrora homo sapiens, para evitar que pueda acceder a la Verdad de Dios. Un sector importante del planeta parece hastiado de buscar y no encontrar la Verdad y, por lo tanto, entroniza a merolicos que le venden cuentas de vidrio para organizar su existencia.

Y así pues, llevando tantas cargas emocionales, frustraciones, falsedades y pecados, es más difícil tener ánimo para prorrumpir en cánticos festivos, en alabanzas sinceras, en oraciones que proclamen ¡Viva Cristo Rey!, y por ende, para muchos, la Semana Mayor puede empezar sin el Domingo de Ramos. Llegan, es cierto, unos días de asueto, pero sin suficiente repercusión en el microcosmos de la vida interior de la mayoría de los seres humanos, incluso de aquellos que se nombran cristianos. Mas, Dios, por su parte, sigue esperando a que esta Sociedad tan complicada se decida a escuchar su Palabra, pues sabe que, en el fondo, está hambrienta de la Verdad.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario