jueves, 10 de abril de 2014

TECNOLOGÍA Y REFLEXIÓN

Tecnología, Redes, Smartphones, GPS…

Crean confusión y sinsentido


“Una irracionalidad que no pone la atención en el sentido, acelera la vida humana y la banaliza hasta convertir a las personas en medios: la tecnología debe acompañarse de reflexión”. Así lo expresa el Filósofo Ignasi Boada, Profesor de la Facultad de Filosofía de Cataluña, en una entrevista, luego de analizar a fondo la naturaleza de la tecnología y las consecuencias para la Sociedad, la Iglesia y el hombre de hoy.


VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD TECNOLÓGICA Y ACELERADA. ¿CÓMO HEMOS LLEGADO A ESTE PUNTO?

foto-3La revolución tecnológica no tiene precedentes; las novedades que aparecen son sustituidas por otras a un ritmo cada vez más acelerado y no hay tiempo para evaluar sus efectos.

En retrospectiva, hasta los Siglos XVIII o XIX, todas las civilizaciones habían empleado técnicas; esto es, la capacidad de hacer cosas manualmente, de dominar un arte para sobrevivir; era algo universal y necesario. Mas, a partir del Siglo XIX, con la revolución industrial aparece la tecnología, que a diferencia de la técnica, ya no es universal -tan sólo propia de la cultura contemporánea- y no es necesaria para sobrevivir.

Nos hallamos, pues, ante una racionalidad nueva, una razón moderna que es, sobre todo, matemática y metodológica, con una amplia capacidad interpretativa y de transformación de la realidad, y que sin duda tiene sus ventajas, como por ejemplo con los avances de la Medicina.

En el Siglo XIX se veía la tecnología como una herramienta para alcanzar unos objetivos; no se pensaba que el medio determinase la finalidad, y hasta la Primera Guerra Mundial la tecnología era un instrumento al servicio del hombre, que le daba más poder y también más libertad; la ciencia y la tecnología iban acompañadas de un valor moral.


PERO LLEGÓ EL SIGLO XX…

Con las guerras mundiales aparece la racionalidad asociada a la brutalidad. Las naciones que se consideraban más civilizadas, con tecnologías más potentes, fueron justamente las que militarmente se mostraron más eficaces y brutales. Gradualmente, pues, hemos ido comprendiendo que la tecnología no puede considerarse simplemente un instrumento.

Hoy, la Cibernética y la Comunicación no son meros instrumentos; son un nuevo sistema de vida. Aportan características nuevas en nuestra existencia, como la aceleración. Vivimos en un cambio permanente, y no concebimos, por tanto, la posibilidad de haber llegado al final de un proceso, sino de encontrarnos en una evolución constante, en la que necesitamos olvidar las finalidades que perseguimos.

Para mantener el ritmo de permanente avance tecnológico en el que nos hallamos inmersos ahora, necesitamos movilizar de tal manera los recursos humanos e intelectuales, que no disponemos de suficiente energía para reflexionar sobre las finalidades; es decir, sobre el sentido de lo que estamos haciendo. Cuanto más sabemos cómo hacer que las cosas funcionen, menos comprendemos la necesidad de ir tan rápido.


HEMOS OLVIDADO LA PREGUNTA POR EL SENTIDO…

En la sociedad tecnológica obviamos lo que podría dar un sentido a lo que hacemos, y eso es extraordinariamente peligroso, porque quiere decir que vamos a remolque de una realidad que se ha emancipado de la reflexión.

La racionalidad pone énfasis en los medios, pero es incapaz de dar razón a las finalidades. Esto plantea problemas gravísimos desde el punto de vista antropológico y espiritual. Una cultura obsesionada por los medios es una cultura que desatiende aspectos fundamentales de la existencia humana, como la espiritualidad, el raciocinio, la responsabilidad hacia los demás, la relación con Dios, pues sólo está buscando el progreso constante.

La tecnología aparece como racional, pero es irracional porque no pone la atención en el sentido, y acelera la vida humana y la banaliza hasta convertir a las personas en medios.


¿CÓMO PUEDE REORIENTARSE ESTA SITUACIÓN?

No desde la política. Tiene que haber una transformación cultural y espiritual, que fecunde la razón de tal manera que ésta deje de estar pendiente de resolver estrictamente cuestiones instrumentales. Hay que fecundarla a través de la pasión por la sabiduría, por la contemplación y la oración. Hay que discernir qué es realmente lo que necesitamos y qué no, y no dejarnos seducir por las novedades; esto es, se requiere tecnología con reflexión.


¿LA SOLUCIÓN ES PRESCINDIR DE LA TECNOLOGÍA?

Empezamos a comprender que la dirección que hemos tomado no es la correcta, pero no podemos tomar decisiones insensatas y precipitadas. Hemos llegado aquí como resultado de un proceso histórico, y esto no lo cambiaremos de un día para otro. Las transformaciones requieren un tiempo. Hemos de hacer nuestra tarea (Eduard Brufau).


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