jueves, 3 de abril de 2014

Una sombra injusta

Eleccion Papal 2013


Cardenal Juan Sandoval Íñiguez

Arzobispo Emérito de Guadalajara


A escasas semanas de la Canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, que tendrá lugar en Roma el domingo 27 de abril entrante, da cierta tristeza saber que algunos católicos arrojan una sombra de sospecha injusta sobre el Papa Juan Pablo II, por el tema del Padre Marcial Maciel Degollado, Fundador de los Legionarios de Cristo, como si el Pontífice hubiera sabido de su conducta indebida y no hubiera actuado oportunamente. Son católicos que no confían en la Iglesia ni en quienes la gobiernan, y están siempre prontos a recoger cualquier rumor y a darlo por cierto.


UNA SECUENCIA REPROBABLE Y DOLOROSA

La conducta indebida del Padre Marcial Maciel no puede negarse, pero se explica por una distorsión de su personalidad, una enfermedad mental de esquizofrenia, que se manifiesta en una doble o triple personalidad, lo que lo hizo capaz de poder, durante medio siglo, aparentar y engañar a propios y extraños.

Juan Pablo II era un hombre santo, pero no un adivino, y no podía saber lo que estaba detrás de éste o de otros personajes, y mucho menos si quienes le rodeaban le escondían o filtraban las informaciones, como sucede en general con los gobernantes.

No hay que olvidar, sin embargo, que cuando las denuncias aumentaron y llegaron al Papa Juan Pablo II, él pasó el caso a donde debería ir, a la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que era Prefecto el Cardenal Josef Ratzinger, quien tal vez no pudo actuar antes de ser Pontífice, quizá por las presiones de gente poderosa en la Curia Vaticana, pero que inmediatamente, al ser elegido como Pastor Supremo de la Iglesia Universal, Benedicto XVI actuó, ordenando al Religioso que se retirara a la vida privada y se dedicara a la oración y a la penitencia.


INFUNDADAS ELUCUBRACIONES
Uno de los Dicasterios de la Santa Sede, la Congregación para las Causas de los Santos, es el que se ocupa de estudiar detenidamente la vida, la obra y los escritos de los candidatos, a fin de emitir un juicio favorable de que practicaron en forma heroica todas las virtudes cristianas. Y, si esto se comprueba, se exige luego una señal del Cielo, un milagro atribuido a su intercesión ante Dios, y que es estudiado y dictaminado escrupulosamente por las Comisiones de Médicos y de Teólogos.

Suponer que el Proceso del Papa Juan Pablo II no cumplió todos estos requisitos es extender la sombra de la sospecha a todo el Personal de esta Congregación para las Causas de los Santos, pero principalmente a su Prefecto, el Cardenal Angelo Amato, persona íntegra en todo sentido. Y es también extender la sombra de la sospecha sobre el mismo Papa Benedicto XVI, ya que todo el Proceso se realizó durante su pontificado, de ocho años. Y por último, igualmente se extiende la sombra de la duda sobre el Papa Francisco, quien canonizará a Juan Pablo II.

En otros países, el caso Maciel es un incidente que ya pasó, pero para muchos mexicanos continúa vivo y es motivo de acusaciones contra él y contra la Iglesia. Yo considero que es un asunto trágico y frustrante, ya que todos los grandes Fundadores de Órdenes y Congregaciones Religiosas importantes figuran en el Catálogo de los Santos de la Iglesia Universal, menos el Padre Maciel, que ni está ni estará nunca en el Santoral. Es, el suyo, un tema que nos invita a reflexionar en el modo de conducirse la Providencia Divina, que se sirve de instrumentos débiles y a veces indignos para obras de enorme trascendencia para la Iglesia.

Conviene leer los libros de la conocida Reportera Valentina Alazraky sobre Juan Pablo II para disipar cualquier duda sobre su integridad. El Proceso de Canonización del Papa Juan Pablo II cumplió con todos los condicionamientos. El único que se le dispensó fue el tiempo de la Introducción de su Causa, que se hizo antes de los cinco años después de su muerte, como está instituido; o sea, el mismo año de su deceso, pero la indagatoria sobre su vida y virtudes fue minuciosa y exhaustiva. Y Dios, por su intercesión, realizó los milagros requeridos, tanto para su Beatificación como para su Canonización, poniendo así un sello divino de aprobación sobre la vida ejemplar de este Vicario de Cristo, de todos tan querido, y que ahora será intercesor de la Cristiandad entera.


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