jueves, 3 de abril de 2014

¡La Semana Mayor, precedida de violencia!

La transformación de la Iglesia nos concierne a todos

Para vivir la realidad, primero romper paradigmas


La Mtra. Rosa Inés Floriano Carrera, Coordinadora del Área de Desarrollo Institucional, Incidencia Política y Opinión Publica del Secretariado Nacional de Pastoral Social-Cáritas Colombia, impartió la Conferencia “El Nuevo Paradigma de la Evangelización. Un abordaje desde la Dimensión Social de la Iglesia”, con la intención de compartir la experiencia de su país para restablecer la paz y el tejido social.


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Dulce Natalia Romero Cruz


La ponencia, destinada al público en general, se promovió con la finalidad de que la Maestra Floriano Carrera compartiera el trabajo que ha realizado para alcanzar la paz en las comunidades colombianas, buscando fortalecer las relaciones como cristianos-católicos y construir un mecanismo que nos ayude a crecer y a influir más en la Sociedad.


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La violencia que nos vuelve cómplices

Rosa Inés FlorianoLa experta, con 16 años trabajando para Cáritas Colombia, relató que desde muy joven le tocó vivir de cerca la violencia en su país. “En la región donde crecí, de la Zona de La Amazonía, había delincuencia organizada y se vivía violencia tolerable. Más bien, le llamaría violencia que nos hace cómplices, que se vuelve parte de la cotidianidad. Recuerdo que cuando aparecía un joven muerto, todo mundo se preguntaba: ‘¿En qué andaría metido?’ Y de repente nos enterábamos de que andaba en malos pasos, y entonces se pensaba que estaba bien, que se lo merecía. Comenzó a haber asesinatos de delincuentes, drogadictos, prostitutas, y estaba ‘bien visto’. Esa es la Colombia en la que yo crecí, que no fue la que yo soñé ni la que elegí.

“Después comenzamos a justificar otros tipos de muertes, de personas que no tenían nada qué ver con el narcotráfico o las guerrillas, pero siempre encontrábamos un motivo por el cual habían sido asesinadas. Después, la guerrilla llegó a hacer el trabajo del Estado: comenzó a poner escuelas, espacios recreativos, proporcionar seguridad, porque no había robos ni asaltos. Más tarde, los que eran secuestrados para mantener a las guerrillas se cansaron y comenzaron a organizar su propia milicia, que fue entrenada por el Ejército Nacional, y por eso fueron llamados ‘paramilitares’, o mejor conocidos como ‘las autodefensas’.

“Fue cuando todo comenzó a cambiar, porque había que estar de un lado o de otro, no podía quedarse uno en una posición neutral, a riesgo de convertirse en un objetivo militar, y es cuando empezó el desarraigo o desplazamiento forzado, y en esta situación se vio el 10% de la población colombiana, que tuvo qué dejar todo, incluso a sus muertos, a los que no pudo darles cristiana sepultura, e iniciar desde cero en otro lugar, porque había que salir sólo con lo que se traía puesto.

“Todos ellos, al llegar a un nuevo lugar, tuvieron que enfrentarse con la discriminación, falta de aceptación y de una oportunidad. Incluso hay familias que han sufrido hasta cinco desplazamientos por el rechazo de las mismas comunidades. Esto fue lo que hizo famoso a Colombia: ser reconocido mundialmente por la inseguridad y el tráfico de cocaína, más que por el café. Pero lo triste es que casi puedo asegurar que esa Colombia que tuvimos es el México que ustedes están viviendo ahora”.



En Colombia hay 44 millones de personas, de las cuales cinco millones sufrieron despojo o desarraigo, sin contar los que tuvieron que cruzar la frontera tratando de huír de la violencia. Es el 2º país en el mundo con mayor número de desplazados”.



Una realidad paralela
“Así veo a los mexicanos y a sus instituciones: pasmados; pensando en que en algún momento todo va a cambiar, pensando en que nos corresponde hacer algo. El Tema es: ‘Los Nuevos Paradigmas de la Evangelización’; pero, ¿qué significa esto para nosotros como católicos, como mujeres y hombres de Fe? Pues no quiere decir nada más que meternos en la realidad de nuestras comunidades, vivir con ellas y combatir desde ahí, logrando cambios de actitud.

“Comencé a colaborar con la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Colombia, animando un Programa de Fortalecimiento de Comités Parroquiales de Pastoral Social (lo que sería aquí Cáritas Parroquiales), y me encontré con un grupo de mujeres, en su mayoría grandes de edad, con la mejor de las voluntades, pero que sólo se dedicaban a obtener recursos para repartir despensas; algo que debe seguir, pero que no es lo único que se puede hacer. Mi trabajo fue ayudarlas a salir del asistencialismo y de la ‘Pastoral de la Resignación’, para cambiar la realidad que estaban enfrentando.

“Ahí me di cuenta de que, dependiendo de la percepción que cada quien tenga de su realidad, es el tipo de Pastoral Social que lleva a cabo en su comunidad. Cuando se hacían los análisis de realidad daban mucha tristeza; todos decían: ‘Hay mucha pobreza, hay muchas familias disfuncionales, hay mucha prostitución, mucha drogadicción, mucho alcoholismo’. De verdad que me quedaba espantada de ver que todo fuera tan superficial”.


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Fuera paradigmas

“Después me di cuenta de que era un fenómeno que pasaba no sólo en Colombia, sino también en México, y lo sé porque comencé a llevar estos Grupos Levadura y les pedí un análisis de la realidad y fue igual. Me quedé espantada.

“Necesitamos desarrollar una mirada que vaya más a allá de nuestra propia nariz. Es imposible que entendamos el llamado del Papa Francisco, de llegar a las periferias existenciales, si no somos capaces de desacomodarnos y meternos en esas periferias y entenderlas. Y ahí es donde tenemos nuestro mayor problema, porque parte de nuestras estructuras son superficiales. Los análisis de la realidad los hacemos para llenar nuestras propias necesidades, y no las de la comunidad.

“Si no hemos vivido las situaciones que vive nuestra gente, lo menos que podemos hacer es meternos al corazón de la realidad, vivirla con ellos y ser capaces de comprenderla en todas sus dimensiones; si no, no podemos ser transformadores. Cristo así lo dijo desde que explicó el Reino de los Cielos, que lo asemejó, en una Parábola, a un grano de mostaza pequeño que crece desde dentro, y a la levadura, que es una porción de masa en descomposición que, fermentada, da fruto”.



“No hace falta hacer grandes cosas para cambiar estas realidades tan complicadas. En Colombia nos hizo más daño el dinero de la comunidad internacional, que bien”.



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Solución

Rosa Inés Floriano comentó que uno de los errores más grandes de Colombia fue cuando empezó a haber cooperación internacional para las iniciativas de paz, porque se polarizó la paz. “El dinero empezó a generar una gran cantidad de iniciativas, todas en nombre de la paz, y se destapó una cosa que se asemejaba a un mercado de la paz. Se comenzaron a matar por la ayuda. En vez de generar cohesión social, se atomizaron los esfuerzos.

“Por eso digo que no son necesarias grandes inversiones ni grandes programas ni grandes proyectos. Necesitamos entender que, de lo pequeño, podemos lograr lo más grande. Lo importante no es lo grande de la obra, sino reconocer la Obra de Dios y garantizar que esta Obra vaya generándose según el Plan de Dios.

“El proceso es lento, se requiere tiempo. Estamos acostumbrados a dar resultados inmediatos con los proyectos y a obtener cifras, porque lo que no puede medirse no cuenta, no vale, no existe. Y, en ese afán, hemos pisoteado y desaparecido de nuestra realidad a mucha gente”.


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Lo primero: recobrar la esperanza
La propuesta, por parte de la experta sudamericana, es que debe dejarse de trabajar aisladamente en la Pastoral. Los conflictos sociales o la gente que pertenece a las periferias no le corresponden únicamente a la Pastoral Social; le interesan a todos porque la Comunidad es el Pueblo de Dios. “La Palabra, la Buena Nueva, anunciada, celebrada y encarnada en la vida de la Comunidad, es la que va a dar la transformación. Debe entenderse que el papel que la Iglesia ha de jugar en las comunidades es a la par de la Eucaristía, a la par de los Sacramentos, a la par de cualquier pretexto que nos dé la oportunidad de escuchar a la gente.

“Entonces, todo el trabajo apostólico que hace la Iglesia tiene que ser una oportunidad para entrar en la realidad del Pueblo, porque después de que una Sociedad es atacada por el crimen organizado y por la violencia, lo primero que pierde es la esperanza, y la Iglesia debe estar ahí para ofrecer espacios donde el Pueblo de Dios pueda mantener firme la esperanza de que otro mundo es posible. Hay que trabajar con lo que se tiene, poco o mucho; con los Agentes de Pastoral, empezando desde conocer la realidad, y poco a poco van a comenzar a darse los cambios en lo personal, en las relaciones, en los modos de vida, etc. Se comienza a transformar las formas, y las estructuras van cambiando solas”.


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