jueves, 10 de abril de 2014

Dignidad, respeto y límites

Lupita:


Son ya 23 años de casada y los mismos años de maltrato. Vivo al lado de un alcohólico que se pone agresivo y nos ha hecho vivir en un infierno a mis cinco hijos y a mí. Los tres mayores son alcohólicos también, y las dos mujercitas se están haciendo muy rebeldes. Andan en malos pasos. ¿Hasta cuándo tengo que aguantar? Yo viví también con un padre alcohólico; esta vida injusta es lo único que conozco. Estoy cansada de lidiar con estas cosas; estoy cansada de buscar una salida; estoy cansada de vivir. Ayúdame.


Rosario.


QUERIDA CHAYO:

Contra violenciaDesafortunadamente, tu vida refleja la realidad de muchas familias actuales. Llevamos algunas generaciones que han olvidado el valor de la persona. En una búsqueda desenfrenada de avances tecnológicos, hemos desalentado el desarrollo interior del individuo y ya no educamos para practicar la virtud. El mundo actual desconoce la dignidad humana: usamos a las personas y amamos las cosas.

Este desorden surge en hogares donde, por ignorancia y miedo, no ponemos límites frente a las injusticias, los vicios, la violencia, el Mal en general. Los antídotos a estos dos males (ignorancia y miedo) son: aprendizaje y Fe.

Apenas puedo creer que me estés hablando de tantos años de maltrato. En tu hogar no ha habido el mínimo respeto y no has hecho nada para obtenerlo; o quizás has hecho muchas cosas incorrectas, que en lugar de detener el Mal, lo alentaron a crecer.

Mujeres: ¡no permitan las faltas de respeto!

Debemos poner un Alto ante la más mínima de ellas. Está demostrado estadísticamente que tan sólo con el hecho de hacer una señal de Alto con la mano y decir firmemente “no me ofendas más”, se detiene la agresión en el 50% de los casos.

Para poner límites, debemos conocer nuestra dignidad de personas. Estar seguras de que valemos mucho por el hecho de existir, y más cuando nos damos cuenta de que somos verdaderas hijas de Dios. Las mujeres debemos crecer y desarrollar todas nuestras capacidades, sentirnos seguras de nosotras mismas, saber que nuestra realización plena no depende de un adicto o de un hombre violento.

El camino que detiene la violencia NO es:

-La queja, el lloriqueo, el ponerse como víctima incapaz de hacer algo, el tomar revancha o venganza, el “mandarlo a volar”, la guerra, el pleito, los gritos o el intercambio de golpes.

Todo lo anterior empeora la situación y no aporta en beneficio de ninguno. El camino que funciona, el único, es el camino de la paz, del amor.

San Juan de la Cruz decía que un alma que ama, no cansa ni se cansa.

El amor comprende, perdona, busca soluciones y pone límites, en beneficio del bien común.

El amor te permite saber que tu esposo necesita ser comprendido, y te hace creativa para buscar a su lado una solución. El amor te da la seguridad y fortaleza para prepararte, creer en ti y lanzarte a la lucha por el bien de todos.

Por amor también se ponen límites cuando se hace necesario; una demanda penal en caso de maltrato físico, le ayudará a saber que sus actos tienen consecuencias; un acuerdo acerca de los valores que van a vivirse en familia, debe regir las conductas de todos en casa.

Recuerda que los límites nos definen y nos protegen. Aprendamos a vivir los elementales valores familiares, llamar Bien al Bien y Mal al Mal, y respetar siempre la voluntad de Dios; elegir el Bien y ¡ganar el Cielo!


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