jueves, 24 de abril de 2014

Debemos despertar del letargo

Así lo veo


Sociedad unida


Francisco Javier Cruz Luna


Bástenos ver y oír los noticieros por las mañanas y/o leer los periódicos, para darnos cuenta de cómo nuestro país ha venido sufriendo un proceso de descomposición social, de lo que podría inferirse que, si las cosas continúan así, pronto estaremos viviendo, en algunos Estados más, en otros menos, situaciones graves de violencia generalizada, de desestabilización del orden público y de actos vandálicos de todo tipo.

La situación es verdaderamente delicada, y si nuestras Autoridades no tienen la capacidad de encontrar caminos de negociación para la solución definitiva de esta crisis, no queremos imaginar hasta dónde pueden llegar las consecuencias.

Esta reflexión no tiene como propósito alarmar ni mucho menos, pero sí intenta crear conciencia, despertar de ese letargo en que muchos se han sumido -antes de que sea demasiado tarde- y que ha impedido ver con claridad “los signos de los tiempos”.


EL OTRO ENFOQUE

Y no nos referimos solamente a un letargo, por así decirlo, físico; es decir, de inacción o de indolencia, sino más bien en el sentido espiritual, porque en nuestro espíritu se genera todo lo que se manifiesta en nuestra persona total, y que por lo demás, mucho depende de nosotros. El letargo espiritual en el que muchos viven, porque no han procurado cultivar esa dimensión de la persona humana, se logra en dos vertientes: llevando una relación estrecha con Dios Nuestro Señor por medio de la oración, de la meditación y de la puesta en práctica de sus mandatos, y la propiamente humana, como lo es el cultivar los valores y las virtudes humanas, y trascendentes.

El progreso y bienestar de una Sociedad, dependen del progreso y bienestar comunes; es decir, de la suma de ambos en el ámbito personal y familiar. Y si en dichas esferas la cosecha es paupérrima, como lo es, en efecto, en tantos casos, la realidad social será de una profunda pobreza espiritual, así como moral y física, lo cual se reflejará en la realidad de una Ciudad, de un Estado, de una Nación.

Podemos, entonces, concluir preguntándonos: ¿qué hacer? Pues, en primer lugar, hemos de cambiar de actitud en lo personal, corrigiendo nuestras conductas equivocadas, desde luego, como cristianos, guiados e iluminados por el Santo Espíritu, y luchando desde nuestras trincheras por la justicia, la paz y el bien común.

Y, cuando sea preciso y posible, debemos unirnos como comunidad, como colonia, o a través de organizaciones sociales no gubernamentales, para levantar la voz y exigir, a quienes corresponda hacerlo, un proceder honesto, libre de corrupción, eficaz y eficiente, basado en principios éticos y no en lo convenenciero o en los intereses creados, y aún más, en el amor fraterno, que siempre buscará primero el bien de los demás.

¿Imposible? Para el hombre, sí; mas, “nada es imposible para Dios”. Y con nuestra Fe y oración, y desde luego con nuestra participación en lo que nos corresponda, Dios actuará a favor de su pueblo, y las cosas podrán no sólo atemperarse, sino cambiar radicalmente…

Yo, así lo veo…..

Tú, ¿cómo lo ves?


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