jueves, 3 de abril de 2014

Hacia la Canonización

La Canonización de dos Papas

Intercesores que invitan a la imitación


Ser mediadores y modelos de Fe, es la función de los Santos en la Iglesia, la cual se prepara a ver la elevación a los Altares, de dos queridos y muy carismáticos Pontífices.


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Mónica Livier Alcalá Gómez


“La tradición católica de canonizar a determinados miembros de la Iglesia tiene dos razones muy específicas: por el ejemplo que nos dan los personajes que se han destacado en lo que es fundamental: la vida de Fe y su coherencia evangélica. Se canoniza a un ser humano que se ha esforzado toda su vida por dar un buen testimonio cristiano”. Así lo explicó el Padre Armando González Escoto, Director de Pensamiento Estratégico de la Universidad del Valle de Atemajac, y Cronista de la Ciudad.

Por lo tanto, toda Canonización es una invitación a la imitación. Adicionalmente, los Santos están orando por nosotros ante Dios: “Una Canonización es aprender de un modelo de vida y también tener a alguien que ruegue por nosotros”.

La relevancia, en este caso, es que se trata de dos Pontífices, subrayó el entrevistado: “Además, son dos Papas que ejercieron su ministerio en el Siglo XX. Es decir, esa centuria produjo para la Iglesia tres Papas canonizados: Pío X, Juan XXIII y Juan Pablo II”.


El papado no es una función sencilla
Según el Padre Armando González, este acontecimiento será también trascendente porque no siempre, quien ha ejercido la autoridad dentro de la Iglesia en cualquier nivel, puede luego ser canonizado: “Tan es difícil, que si analizamos la lista de los Pontífices desde el Siglo I hasta nuestros días, son pocos, proporcionalmente hablando, los que han llegado a los Altares. Los de los primeros siglos, casi todos, porque fueron Mártires; pero después del Siglo IV el número baja, aunque surgieron numerosos Santos Laicos y Laicas, Consagrados, Monjes, Fundadores, etc.”

Esto no significa una falta de Papas santos, adelantó el Sacerdote, pues hay varios que incluso podrían pronto inscribirse en esta nómina, “como Paulo VI y algunos otros del mismo Siglo XX que tendrían un perfil adecuado para una posible Canonización”.

El hecho de que no haya más Papas canonizados habla de que el ejercicio de ese ministerio no es fácil: “Un Papa tiene que tomar decisiones a veces no agradables para todos; también vemos que hay circunstancias históricas que pueden complicar u ofuscar este reconocimiento, como el caso del Papa Pío XII, hombre de una elevada calidad moral, un hombre santo, a quien le tocó la Segunda Guerra Mundial y el tema del Holocausto; por lo tanto, enfrentó una problemática de guerra, de genocidio…

“¿Qué hacer ante esta situación concreta? Pasados los acontecimientos, muchos habrían querido que Pío XII hubiera hecho mucho más; otros creen que hizo más de lo que debía, y algunos consideran que lo que hizo perjudicó a numerosos católicos que, por defender a los judíos, fueron atacados. Son hechos que complican tanto la vida de un personaje que, aunque siendo una persona santa, le tocó vivir circunstancias muy complicadas… y como ése, hay muchos otros casos”.


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Juan XXIII irradiaba una luz de lo sobrenatural
Giuseppe Roncalli se distinguió como un hombre muy carismático; poseía una simpatía natural, pero también ejercía cierta atracción hacia su persona: “Esto no podría explicarse si no viéramos en él a una persona de Fe. No es la misma atracción que genera un artista de moda, que la que genera un líder religioso. Él expresaba en su semblante, en sus gestos, en su forma de ser, que era un hombre muy en comunión con Dios. Irradiaba una luz de lo sobrenatural, y eso todo el mundo lo advertía sólo al verlo, incluso por fotografías”.

Y no solamente era bondadoso, sino que, curiosamente, fue un hombre que se dedicó, la mayor parte de su vida ministerial, a la difícil tarea diplomática: “Fue Nuncio de la Santa Sede en lugares tan contrastantes como Turquía (de mayoría musulmana), Bulgaria (de mayoría ortodoxa) y hasta en Francia, que es, históricamente, la Nunciatura más conflictiva que ha tenido la Iglesia, pues supone una gran inteligencia y profundo tacto político… Pero él, con enorme tino, pudo moverse en esos entornos”.

Ya después, pudo tener una experiencia pastoral como Arzobispo Patriarca de Venecia. Una trayectoria muy amplia y muy en consonancia con el mundo que le tocó vivir: “Hay Santos que llegan a serlo siendo ermitaños, pero hacerse Santo en medio del mundo, es más difícil, e inclusive si se está inmerso en los más altos y delicados círculos sociales y políticos; sin embargo, él tuvo siempre una extraordinaria sensibilidad para comprender el mundo en que estaba viviendo”.


La apertura de la Iglesia, su contribución
La convocatoria al Concilio Vaticano II fue un paso audaz que dio Juan XXIII, aunque ya venía gestándose de tiempo atrás: “El Papa Pío XII tuvo la intención de hacer este Concilio, con tal de reconciliar a la Iglesia con el mundo moderno, pero no lo dejaron dar este paso. Al no poder hacerlo -aun siendo el Papa-, lo que hizo fue preparar el terreno”.

Juan XXIII llegó y juzgó que el campo estaba preparado: “Viendo esto, él pudo haber dicho ‘no me animo’, pero supo que era el momento; la Iglesia tenía ya 150 años de vivir en un mundo moderno, y no había tendido puentes para entender esta realidad. Consiguió entonces el Papa el acuerdo de la Curia Vaticana y envió la convocatoria del Concilio, y no sólo eso, sino que iniciado el Concilio y ante el peligro de que éste no diera los resultados que se esperaban, tuvo toda la firmeza y voluntad para desbloquear las obstrucciones que se estaban dando… que no fuera una reunión para ‘vernos a nosotros mismos’, para repetir las mismas palabras, como querían algunos. Él sabía que tenía qué ser un Concilio de verdadera apertura”.

Y es que, llegado a cierto punto inicial, el Vicario de Cristo se dio cuenta de que había una postura de reticencia entre quienes no querían dar el paso hacia una Iglesia más abierta y plural: “Entonces el Papa tomó la determinación del desbloqueo hacia la apertura. Eso fue todavía más importante que la propia convocatoria del Concilio, porque se pudo haber caído en lo mismo, sin hacer cambios radicales, y ‘el Papa Bueno’ optó por la apertura de la Iglesia; ésa fue su gran contribución”.


Juan Pablo II, un hombre de gran carisma

El entonces Obispo Auxiliar de Cracovia (después sería nombrado Arzobispo y Cardenal de esta Arquidiócesis polaca), tomó parte desde un principio en el Concilio Vaticano II, y tuvo una importante participación en la elaboración del Documento Conciliar Gaudium et spes.

“Tenía también el carisma, la serenidad y la luz que irradiaba su personalidad, pero hay una diferencia interesante entre ambos Pontífices que serán canonizados: Juan XXIII era una Papa universal, que no viajó por el mundo. Juan Pablo II era un Papa venido de Polonia que viajó por todo el mundo. Venía de un país con una historia muy particular, lo que le daba una visión muy localizada en su experiencia personal”.

Fue heredero de un país que históricamente había sido siempre víctima, o de Rusia o de Alemania: “Así sucedió desde el Siglo XVI. Una historia muy complicada que se hizo mucho más grave en el Siglo XX con las dos guerras, sobre todo la Segunda, puesto que los nazis pulverizaron Polonia para que finalmente se la quedara la Unión Soviética. Los católicos polacos enfrentaron entonces situaciones bastante tensas con este sistema. Y mientras que Paulo VI buscaba tender puentes con el mundo comunista, los polacos -sobre todo los católicos- ni lo pensaban siquiera, preocupados por quitarse ese yugo”.

Entonces, todo esto influyó fuertemente en el pensamiento de Karol Wojtyla: “Cuando llegó al Pontificado, era un momento esencial: la Unión Soviética estaba al borde del desplome, de manera que elegir a un Papa que venía del bloque soviético fue prácticamente dar el tiro de gracia al sistema comunista. Así, Juan Pablo II, en relación con otros líderes, logró que Polonia se viera libre de esta carga, y que la propia Unión Soviética se liberara también del yugo comunista, lo cual tendría algunas cosas buenas, pero pagadas a un costo muy alto: la libertad y la dignidad del ser humano”.

Fue el mayor gozo del Papa polaco, pero también su mayor decepción: “Juan Pablo II después observaría los efectos de un capitalismo desbocado en Polonia. Parece ser que había más fervor religioso en la Polonia sometida al socialismo, que en la seducida hoy por el capitalismo”.



Mensaje final


“Debemos seguir recordando: a los cristianos los canonizan en la medida de su capacidad de darnos ejemplo y, por lo mismo, pueden interceder por nosotros ante Dios, en donde estamos seguros que ya están, una vez beatificados.

“Hemos de aprender de la santidad de ellos y encomendarnos a su intercesión. Es especial esta Canonización por tratarse de dos Papas de cuyas virtudes no nos quedan dudas y que nos serán muy necesarias en nuestros quehacer cotidiano”.



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