jueves, 10 de abril de 2014

La Pasión es nuestra

viacrucis


-Me han tocado-

-Pero, Señor, si ya no te caben las heridas,

si todos están levantando las manos,

si todos te están golpeando-


-Me han llamado-

-¿Quién, Señor,

si toda la turba está blasfemando,

si toda te está gritando?-


-Me han mojado-

-Pero, ¿quién, Señor,

si todos arrojan escupitajos?


Alguien está deseando tremendamente,

antes, que tus ojos me descubran…

Yo soy. Yo soy el que tiró la piedra;

yo soy el de la escupida,

yo soy el de la blasfemia.


El Amor lo hace todo menos.

El Amor lo hizo:

Que te sintieras tocado,

que te sintieras mojado,

que te sintieras llamado.


Tenía vergüenza.


Pero yo no podía con la piedra;

la piedra de la espera

me estaba sepultando el alma.


Ya no aguantaba el buche amargo;

me estaba amargando el alma,

como una gota de agua

en un terrón de azúcar.


Ya no podía con el silencio;

me estaba anudando el cuello…


No pude menos que gritarle:

¡Sube, sube a la muerte,

desátame el silencio!…


En verdad, me resucitaste el alma

quitándome la piedra ;

me endulzaste el alma

dándome la Fe que eleva.


¡Sube, sube hasta la muerte!


Despacio.


Espera,

hasta que mis manos te eleven,

hasta que mis manos te sostengan-…


-Te perdono-.


Nadie ha muerto de piedra.


Nadie ha muerto de saliva.


Nadie ha muerto de blasfemia-.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario