jueves, 24 de abril de 2014

Modelo de Liturgia de la Diócesis

En la Catedral


Cardenal y Canónigos DEJ


Diácono José Adrián Padilla González,

4º de Teología


Uno de los templos más representativos de esta nuestra ciudad episcopal es, sin duda, la Santa Iglesia Catedral-Basílica de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, y no tan sólo por ser el indiscutible símbolo de Guadalajara, sino, sobre todo, por ser la Iglesia-Madre de toda la Arquidiócesis y el lugar que guarda celosamente la Cátedra de nuestro Arzobispo. Por esas y otras razones es que nuestra Catedral se vuelve un referente para la Liturgia de todas las demás Iglesias Diocesanas y aun Parroquiales


FUNDAMENTOS CLAROS

El Caeremoniale Episcoporum, en su Número 42, nos recuerda que «la Iglesia Catedral es aquella en la cual el Obispo tiene situada la Cátedra, signo de su magisterio y de potestad del Pastor de la Iglesia particular, como también signo de unidad de los creyentes en aquella Fe, que el Obispo anuncia como Pastor de la grey. En la Iglesia Catedral, el Obispo preside la Liturgia de los días más solemnes y, a no ser que por circunstancias pastorales se aconseje otra cosa, consagra el Santo Crisma y hace las Ordenaciones».

Por lo mismo, deducimos que dicho templo central se vuelve un ejemplo de la Liturgia de la Diócesis, y ahí se torna grave su cuidado y la ejecución de un buen ars celebrandi, en especial cuando preside el Pastor Diocesano en ésta su Iglesia, que le es suya por derecho, y donde es el primero que tiene que observar un puntual cumplimiento.



OTROS RESPONSABLES


Mas, siendo que el Obispo, por razón de su oficio y de la cura de las almas a él encomendadas no siempre concurre a su Catedral a celebrar la Liturgia, sino que sólo asiste especialmente los domingos y días más solemnes para presidir la Eucaristía y la Liturgia de las Horas, cabe peguntarse: ¿A quién le corresponde, entonces, velar por la observancia de la Liturgia cuando el Obispo está ausente de su Cátedra? Esta responsabilidad recae en el Cabildo Metropolitano que, atendiendo a su cargo y obligaciones, debe celebrar ahí diariamente los Oficios Litúrgicos, velando así y colaborando con el Obispo a esta tarea del cuidado de la Liturgia catedralicia. Y, ante ello, los señores Canónigos deberán delegar entre sí las diversas funciones para el buen culto de este recinto.

Cabe destacar que en nuestra Catedral Metropolitana se celebra, en los días ordinarios, una Misa Solemne, llamada Conventual, con la participación del Cabildo, a las 9.30 de la mañana, y los domingos a las 12 del día, contando casi siempre, en esta última, con la Presidencia del gran liturgo y Pastor de la Arquidiócesis, cosa que también ocurre en los días de solemnidades. Asimismo, se recita o canta en la Catedral la Oración Oficial de la Iglesia, que es el Oficio Divino o Liturgia de las Horas, celebradas en el Coro catedralicio, que se encuentra ubicado al fondo del presbiterio, dotado de una antigua y bella sillería de madera labrada, así como de la Cátedra episcopal.

Ahí, los Canónigos, con sus respectivos trajes corales, celebran, con la Iglesia y por la Iglesia, la santificación de las horas del día. A las 9.15 se hace la oración de Laudes, y antes de concluir la Misa Conventual se reza la Hora Intermedia. Por la tarde, a las 17.30 horas, vuelven a congregarse para el rezo del Oficio de Lecturas y Vísperas. Por cierto, los fieles son invitados a subir al Coro para rezar, como miembros de la Asamblea, estas oraciones de la Iglesia. Sin embargo, los domingos y en solemnidades, cambia un poco el itinerario en la oración vespertina, pues se omite el Oficio y se cantan las Vísperas Solemnes, a las cuales sobre el ordinario traje coral, los clérigos que asisten se revisten con la Capa Pluvial, para acentuar así el carácter solemne del acto.

Es muy importante para todos los fieles católicos valorar la Liturgia Catedralicia y, de vez en cuando, darse la oportunidad de participar en ella, en especial cuando la preside el Obispo, y ser así parte, de alguna manera, de esta epifanía de la Iglesia, que en la figura de su Obispo y fieles reunidos, muestra el misterio de la unidad eclesiológica que Cristo pide siempre a su Iglesia.


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