Futbol y paz social
¿Violencia en los espectáculos populares? Es un tema para construir voluminosas enciclopedias. Ya los circos del Imperio Romano tenían en el fanatismo un ingrediente fabuloso para la manipulación de las masas. Hoy, parece que ha cambiado el orden de los factores: la violencia explota como reacción a la manipulación, según algunos entendidos que dan ejemplos muy concretos de los polvorines que estallan a lo largo y ancho del globo terráqueo.
El deporte es una actividad humana que desarrolla habilidades y atempera frustraciones; pero el futbol, como espectáculo en particular, manejado como industria y acaparado por intereses puramente mercantiles, desquicia o distorsiona juicios, fabrica ídolos falsos, exalta pasiones, adormece conciencias, alborota masas que encienden y enardecen los estadios, atizadas a veces con el ingrediente adicional de fuerzas policiales que actúan sin cordura.
Estrellas futbolísticas de glorias pasadas hablan de aquellos antiguos encuentros “clásicos” como “un algo especial”, aunque confiesan su culpa como creadores de incipientes rivalidades que hoy se han multiplicado en las tribunas hasta degenerar en la violencia incontenible, ingrediente que trastorna la sensatez, pisotea los grandes ideales y despoja de virtud al ser humano.
Y, claro, este fenómeno, hoy desbordado, no podría ser desaprovechado por los políticos, que de inmediato se han puesto a legislar para crear otra trasnochada “Ley General de Cultura Física y Deporte” que, según ellos, será la panacea contra la violencia en los eventos deportivos.
En la Cámara de Diputados, corren interrogantes con sorna: ¿Se ha legislado en contra de los lastimados o en favor de los beneficiados? En el inter-dictamen, los Legisladores recibían comunicaciones diversas para medir el músculo de cada Partido, esperando al postor de mejor precio; listos para recibir línea de los impulsores de su trayectoria política.
Hubo escarceos de ida y vuelta entre el Poder Legislativo y las fuerzas fácticas, el reciente jueves 27 de marzo. Se señaló que los dueños del negocio tienen responsabilidades de la violencia generada en los estadios y hubo quienes defendieron -con trabalenguas semánticos- a los transgresores de la paz. La restricción de las bebidas alcoholizadas no pasó al dictamen final por la falta de unidad de criterios por parte de poderosos intereses mercantiles y de ausencia de compromiso para con el pueblo. Al final, se terminó apoyando posiciones personales, conforme el bando de pertenencia, emitiendo una Ley que espanta en lugar de constituir un proyecto educativo.
Según variadas opiniones, entre los múltiples ingredientes que integran esta violencia en las tribunas se encuentran las “barras”, la venta de bebidas embriagantes, los sobrecupos, el manejo discrecional de la entrega de boletaje, y otros negocios que alimentan ambiciones; mas lo cierto es que se vive una de las crisis más aplastantes del compromiso comunitario.
El Papa Francisco puntualiza: “Hay cierta iniquidad que genera violencia. El mundo presente vive enormes desafíos. El creyente tiene que encontrar respuestas también ahí donde se han “desencadenado procesos de deshumanización”. Es menester cuestionarnos a partir de que el futbol se ha vuelto actualmente una necesidad social que tiene un lugar privilegiado como esparcimiento de las masas, pero más allá de los fanatismos, de la defensa de colores, de los roces físicos, de las añejas rivalidades y de los negocios y manipulaciones mediáticas que las alientan, nadie puede negar que hoy se han exacerbado las frustraciones, debido a las diferencias y las carencias sociales que son óptimos caldos de cultivo para generar impotencia, desilusión, y para darle el mayor grado de explosividad a la violencia contenida de muchos fanáticos de este espectáculo.
Las penurias más significativas de las mayorías, como el acceso a la salud, a la educación, al trabajo digno, al convertirse en privilegio de pocos, son causales de la deshumanización y un atajo para romper la paz. Lo vemos en países enteros a lo largo de la Historia y lo contemplamos en las abigarradas concentraciones en los estadios. Una “economía de exclusión, mata,” aduce el Papa. ¿Habrán enloquecido los deseos de convivencia?
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