lunes, 21 de abril de 2014

¿Inundarán Temacapulín?

EDITORIAL


El agua de la discordia: Temaca


En días últimos se ha recrudecido la toma de postura respecto a la Presa del Zapotillo, que inundaría tres poblados significativos para la gente que ahí ha hecho vida e historia: Temacapulín, Acacico y Palmarejo. Las alternativas: una cortina de 105 metros que destruye pero reparte el agua necesaria, o de 80 metros, que salva a las comunidades. Se puede pensar de forma diferenciada y alterna. No es un problema simple, pero salen luego a relucir las cuestiones técnicas.

Obviamente, también emergen y fluyen las querellas políticas, que tan bien se las gastan los gobernantes. Que si las promesas de Campaña del actual Gobernador fueron fallidas a sabiendas, y nada más lanzó promesas armadas de argucias para obtener votos, o si lo propuso con deseo genuino de hacer algo por la gente, pero las condiciones técnicas lo maniataron. Que si intereses bastardos o presiones económicas de aquí y acullá.

Dijo alguna vez el Padre y Poeta Alfredo R. Placencia: “¿Qué le mira a Temaca tanto el Cristo?”… La añoranza de los tiempos buenos, tal vez los hijos que van y vienen hasta las fronteras, o la belleza de las aguas caudalosas. Serán las sombras paradisíacas de los sabinos a la orilla del Río Verde. Quizá las promesas de campaña incumplidas. La energía de un pueblo vapuleado por un lado y admirado por otros. Puede ser que quiera ir hablándole al oído a cada uno de sus hijos de este terruño para que tomen decisiones altruistas o que se defiendan con orgullo y tenacidad. Recordará a los ancestros que fundaron el pueblo y al Padre Placencia, que estrenó un corazón místico por estas laderas.

Temaca no es solamente un pueblo y un grupo valioso de gente que ha lidiado ya por años por lo que consideran es un derecho particular: vivir en el terruño de sus padres. El pueblo ha sido sacudido por las fuerzas de facto del Gobierno, acosado por diversos frentes; consolado con promesas incipientes, enaltecido también por luchadores sociales de todo nivel. Botín de candidatos que han usufructuado la situación para ganar simpatía y tajada política. Cierto, hay constancia, virtud de lucha y tosudez como para no querer admitir alternativas. De Temaca se ha dicho de todo desde diversas trincheras.

Humanamente hablando, hay una querella justa, como también respuestas amañadas, diferidas, disfrazadas en el lenguaje político electorero. ¿Qué sigue? Pudiera haber consensos, proposiciones alternas, viables, compartidas. De un mismo acontecimiento hay dos versiones. Se defienden ambas con obstinación o valentía, según se mire. En la Teología de la Semana Mayor hemos oído: “Es necesario que un hombre muera para que el pueblo se salve”, en el sentido de que Alguien sufrirá para que las mayorías tengan suficiente vida. También se dijo, en boca de Jesús: “Yo doy mi vida, nadie me la quita”. Y no se intenta sacar la Religión de contexto, sino iluminar soluciones para tomar acuerdos comunes.

No debieran imponerse conclusiones parciales. Con simpleza, analizar definiciones, encontrar acuerdos finales, ver las perspectivas de solución. Cierto es también que el pueblo se ha cansado ya y no mastica las argucias y tranzas político-electoreras. El Gobierno, dice la gente común, ‘se sirve con la cuchara grande’. De ahí nace la tirria, el coraje, las diferencias. Hay necesidad y urgencia de limpiar y hacer las cosas con pulcritud.


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