jueves, 10 de abril de 2014

El que es humilde dondequiera cabe

Juan López Vergara


La Iglesia nos convoca a celebrar el Domingo de Ramos, en el cual exaltamos el Reinado de Jesús, quien con humildad realizó su entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21, 1-11). El Evangelio propuesto para hoy abarca casi dos Capítulos, donde San Mateo esboza su relato de La Pasión, que se distingue, primordialmente, por presentar a Jesús como “Aquél que no abre la boca y es abandonado por todos” (Mt 26, 14 – 27, 66).


SUS PASOS SON UN CAMINAR POR LA SENDA DE LA PALABRA

Jesús entró en la Ciudad Santa montado en un asno, como Zacarías había dicho de aquel apacible Rey (compárese Mt 21, 6-7 y Za 9, 9). Los enemigos de Jesús se reunieron para ponerse de acuerdo y hacerlo perecer, evocando un Salmo: “Se conjuran contra mí, tratando de quitarme la vida” (Sal 31, 14 compárse: Mt 26, 3-5). Los sanedritas, al igual que los enemigos del pastor zaca-riano, pesan sus treinta monedas de plata (compárese Mt 26, 15 y Za 11, 12), que era el precio fijado en la Ley por la vida de un esclavo (véa-se Ex 21, 32). Mateo subraya así la correspondencia entre Jesús y la Escritura, y remata: “Todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los Profetas” (Mt 26, 56).

“Sus pasos son un caminar por la senda de la Palabra de Dios”, comenta Benedicto XVI, el Papa Emérito, en su Libro: “Jesús de Nazareth. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección”, Pág. 15.


VERDADERAMENTE ÉSTE ERA HIJO DE DIOS

Los actores de La Pasión actúan como aparece en un Salmo descriptivo del sufrimiento y la esperanza del Justo (compárense Mt 27, 35 y Sal 22, 19; Mt 27, 39, y Sal 22, 8; Mt 27, 43, y Sal 22, 9; Mt 27, 46 y Sal 22, 2). El Evangelista Mateo, a la luz del comportamiento del personaje de Zacarías y del orante del Salmo, induce a sus lectores a ver la actitud de Jesús ante el drama de su Pasión, no como la aventura de un condenado, sino la Historia Gloriosa del Hijo de Dios, como finalmente confiesa el Centurión: “Verdaderamente Éste era Hijo de Dios” (Mt 27, 54 compárese con 26, 63-64).


SE HUMILLÓ A SÍ MISMO

En una ocasión, estando impartiendo un Curso en la cárcel, mientras explicaba el texto paulino proclamado en la Segunda Lectura (Flp 2, 6-11), uno de nuestros hermanos internos, en el momento de compartir su reflexión sobre la Palabra de Dios, dijo: “Ahora comprendo, pues por propia expe-riencia sé bien que quien es humilde dondequiera cabe”. Y, admirado, decía: “Hasta el propio Hijo de Dios, en su infinitud, cupo en un mundo finito, porque se humilló a Sí mismo” (compárese Flp 2, 8)…

“El Cardenal Decano se acercó al Arzobispo de Buenos Aires:

–¿Aceptáis la elección canónica?

–Soy un gran pecador… confiando en la misericordia y en la paciencia de Dios, con sufrimiento, acepto” (M. Collins, Francisco. Obispo de Roma, Dabar, México, D.F., 2103, Pág. 103).

El Santo Padre nos enseña, con su ejemplo, que un Santo es un pecador que no se conforma con serlo.


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