A un año de dos grandes acontecimientos
Mons. José Francisco González González
Obispo de Campeche
El 11 de febrero de 2013 fue una fecha inédita. Y no tanto por la celebración de la Virgen de Lourdes y por los hechos milagrosos que se registran en su Santuario en Francia; lo inédito del acontecimiento fue la renuncia de un Papa: Benedicto XVI. ¡Cuánta tinta corrió por los distintos Medios impresos! ¡Cuántas voces locutoras y conductoras difundieron tan inusual noticia!
Sí, parecía mentira. Se creía que era una broma o al menos una conjetura; pero no, las Agencias Informativas serias confirmaban dicha renuncia.
LO INSÓLITO, EXPLICABLE
Habían pasado muchos siglos (quizás ocho) en que no se registraba una referencia similar. De allí que el desconcierto fuese aún mayor. No se recordaba algo parecido en fecha reciente. El Pontífice renunciante adujo, como motivo, no tener el vigor suficiente para conducir la barca de la Iglesia.
Cabe bien recordar que él nació en 1927; es decir, frisaba ya para entonces los 86 años de edad, y a esas alturas la gran mayoría de los humanos está en retiro o jubilación. Además, nunca había gozado precisamente de una buena salud ni se había destacado en el ámbito del deporte, si bien su lucidez y su preparación intelectual demostradas no tenían parangón. Pero, de cualquier manera, él había tomado esa decisión irrevocable.
OTRA SORPRESA
La cuestión siguiente era: ¿Quién le sucedería? La baraja de nombres de los candidatos más viables se manejaba. No obstante, se lee en el Evangelio de San Juan que el Espíritu sopla sin respetar los cálculos humanos. Y así fue, pues el escogido no había sido considerado como un “candidato fuerte”. No era joven, pues se creía que los Cardenales electores optarían por ese factor condicionante de la edad, con tal de ahuyentar una pronta renuncia del elegido.
Fue así como el 13 de marzo de 2013, para sorpresa de propios y extraños, un Cardenal latinoamericano de origen argentino y de ascendientes italianos, Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, resultó electo Sumo Pontífice. Quiso tomar un nombre papal sin precedentes: Francisco, a secas.
Al asomarse por primera vez al Balcón de las Bendiciones, las facciones y la corporeidad del nuevo Papa se asemejaban a las del “Papa Bueno”, Juan XXIII. El primer impacto que cautivó fue su extrema sencillez y su natural humildad, pues, luego de saludar de la manera más llana, usual y cordial que emplean los italianos, pidió a la audiencia que le impartiese su Bendición y orase por él.
Esa señal de sencillez y de libertad espiritual la fue confirmando en los momentos subsiguientes: regresó en el camión comunitario a su albergue; sacó dinero para pagar la cuenta de la habitación del hotel en que previamente se había hospedado y, ya electo, se quedó a vivir en la Casa Santa Martha, donde pernoctan algunos colaboradores de la Curia Vaticana. Allí celebra la Misa cotidianamente, y sus homilías, en ese espacio, son directas al explicar el Evangelio. Y esto lo hace sin leer.
Como todo fiel devoto y con la sencillez del pueblo cristiano, se dirigió a la Basílica de Santa María la Mayor a ofrecer un arreglo floral a la Virgen y consagrarle su ministerio petrino. Viaja en un automóvil, sin el llamativo acompañamiento del equipo de Seguridad.
UN AÑO COMO PASTOR CERCANO
Hoy, a través de sus Mensajes, vemos cómo su lenguaje es siempre inteligible para todo el mundo. Además de palabras comprensibles, ha cultivado un lenguaje de Misericordia y de Amor, particularmente hacia los más alejados. Siendo todavía Arzobispo de Buenos Aires, advertía: “Hay que tener el contacto con las familias que no frecuentan la Parroquia… Tratemos de ser una Iglesia que salga de sí misma y vaya hacia los hombres y mujeres que no la frecuentan, que no la conocen, que se han ido, que son indiferentes. Organicemos Misiones en las plazas públicas, en las que se reúna mucha gente: recemos, celebremos la Misa… Además de esto, busquemos también llegar a las personas alejadas, a través de los Medios digitales, la Web y los mensajes breves”.
A propósito de esto, nos hemos percatado de que en las Audiencias el Papa Francisco lee una página y dedica mucho tiempo para “conectarse” con la gente a través de gestos y atenciones de fina educación.
También, en su Cuenta de Twitter (Pontifex) maneja mensajes cortos en nueve idiomas. En inglés, lo siguen casi dos millones de personas, y en español la cifra casi alcanza los dos y medio millones.
A un año de este acontecimiento, damos gracias a Dios por este regalo y don que no esperábamos. A la atrayente personalidad del Papa Francisco se le puede describir y resumir con una frase de San Juan Bosco, escrita en 1884: “La familiaridad genera afecto, y el afecto, confianza”. ¡Felicidades al Santo Padre!
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