jueves, 3 de abril de 2014

Son compatibles el descanso, la reflexión y oración

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Hermanas, hermanos:


Está concluyendo la Cuaresma y se acercan ya los Días Santos de la Semana Mayor. Por ese motivo, algunos feligreses me han compartido su preocupación debido a que, según ellos, muchas personas han venido abandonando cada vez más el espíritu de estos días de recogimiento, haciendo que prevalezca el deseo de la diversión, de salir de la ciudad, de irse a la playa, de pasear o de entregarse al ocio.

A este respecto, tengo este punto de vista: creo que las vacaciones, a las que numerosas personas tienen derecho en Semana Santa, son una ocasión muy propicia para descansar del ritmo de tensión y de trabajo que experimentan todos los días en su vida; es una oportunidad aprovechable para salir a disfrutar del encuentro de la Naturaleza, admirar las bellezas de la Creación, y también para viajar y ver a sus seres queridos que ordinariamente se hallan lejos.

Mas, la clave de todo esto se ubica en saber combinar estos dos factores: el valor del descanso y la diversión, con el valor del espíritu religioso que debe privar en estos días de la Semana Santa. Está bien relajarse, entretenerse, encontrarse con sus seres queridos, pero también hay que preservar un espacio para profundizar, con espíritu de Fe, en los Misterios de la Redención que se conmemoran en esos días.

No es difícil pensar que una familia creyente pueda dedicar unos momentos del día para asistir, donde sea que esté, a alguno de los Oficios Religiosos que se celebran en todos los templos durante la Semana Mayor, o que puede también separar un lapso para leer, por ejemplo, la narración evangélica de La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y para hacer una breve reflexión sobre el Mensaje que nos deja dicha Lectura y crear así un ambiente de oración.

Pienso, por lo tanto, que lo único que hace falta es ejercitar esa voluntad de combinar los tiempos y las actividades, pues se puede descansar, convivir, salir de la rutina diaria y hacer que prevalezcan, al mismo tiempo, los valores de nuestra Fe, de nuestra religiosidad, resaltando alguno de los elementos propios de este Tiempo Litúrgico, como son la oración, el recogimiento, la mortificación; pero, sobre, todo la caridad, virtud para la cual siempre debemos darnos un espacio, compartiendo algo de lo que tenemos con los demás, especialmente con aquellos que mayormente lo necesitan, como los enfermos, ancianos, personas solas y, desde luego, nuestros hermanos pobres que carecen de lo más indispensable.

Así que no hay que escandalizarse tanto señalando a quienes, a nuestro juicio, han perdido el sentido de la Cuaresma y de los Días Santos, sino, más bien, procurar la forma en que resalten estos valores de la Fe, en consideración de los Misterios de nuestra Redención, y hacerlos convivir con los de un justo y merecido descanso.


Yo los bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo.


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