miércoles, 23 de abril de 2014

Una Nueva Creación

Pbro. Modesto Lule Zavala

Misioneros Servidores de la Palabra


No hace falta ser muy inteligentes para darnos cuenta de que los tiempos en que vivimos no son óptimos. La violencia abunda en todas partes, a consecuencia de nuestro distanciamiento con Dios. La mayor parte de nuestra vida nos la pasamos en la fiesta, la diversión, la distracción, la apatía.


Aclarando el sentido

orandoLa Iglesia nos presenta este período cuaresmal para meditar y reflexionar la Vida, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios, y con el Miércoles de Ceniza inició este tiempo de penitencia. Muchos católicos y no tan católicos acudieron a dicha imposición en un acto considerado de “sacralidad”, incluso más importante que el propio Sacramento de la Confesión. Para algunos, hablar de la Cuaresma es sinónimo de vacaciones.

Dentro de este mismo tiempo se celebra el Sábado de Gloria. En este día, por vieja e inútil tradición, hay quienes salen a mojarse a las calles, sin saber el origen de esta acción, que no es propiciada ni originada por la Iglesia, pero que sin problemas se ha conservado a lo largo de los años, muy a pesar de que algunos Gobiernos ya han castigado a los que desperdician el agua con el único motivo de divertirse.

Antiguamente, los cristianos católicos asumían la Cuaresma como un tiempo fuerte de introspección y penitencia; tanto así, que hasta omitían bañarse durante este lapso. Por lo mismo, cuando llegaba la Misa del Domingo de Ramos y se reunía todo el pueblo en un mismo lugar, para disminuir los malos olores provocados por no bañarse, a los ramos que se iba a bendecir en esa Misa se le adjuntaban plantas de olor; algo que aún en nuestros días se hace, pero ignorando su origen.

Con esta acción “penitencial” de no bañarse, llegado el Sábado de Gloria, urgía que la gente tomara un baño, y muchos ayudaban a los transeúntes mojándolos al pasar cerca de sus casas.


Otras ocurrencias

Los mismos “huevos de Pascua” pudieran tener sus orígenes en estas fechas de extrema penitencia y sacrificio que vivieron nuestros pueblos hace muchos años. Al privarse de trabajos y de actividades físicas, evitaban ciertos alimentos, entre ellos el huevo, la carne y otros más que se ofrecían como penitencia. Y, para que la comida no se echara a perder, en el caso de los blanquillos, se hervían, y terminada la Misa del Domingo de Resurrección, se otorgaban a las personas para que éstos se consumieran.

En la actualidad han llegado a extremos, haciendo estos huevos de chocolate y colocando a un conejo como el centro más importante de esta fecha. Así, tantas distracciones residen en nuestras comunidades cristianas y, lamentablemente, la penitencia, el sacrificio, y por ende la Resurrección se han evaporado de nuestros objetivos principales de los Tiempos de Cuaresma y Pascua.


Se requieren testimonios valiosos
El mundo está necesitado de hombres y mujeres que, habiendo muerto al pecado, resuciten para dar vida y esperanza a todos aquellos que sufren por causa de los que están alejados de Dios y llegan a ser capaces de extorsionar, secuestrar, violar, ultrajar, despojar y arrebatar la vida de sus mismos hermanos; personas sin conciencia, sin sensibilidad, con enorme soberbia y ambición en sus corazones.

Necesitamos morir al pecado y resucitar en Cristo, buscando ser verdaderos cristianos, comprometidos con los valores universales, el amor, la caridad, la generosidad, la paciencia. Es tiempo de dejar a otros términos la diversión y asumir la reflexión para llegar a convertirnos en verdaderos hijos de Dios y transformar la Tierra para cuidarla y hacerla un mundo lleno de paz.


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