La fraternidad, fundamento y camino para la paz
Este es el título elegido por el Papa Francisco en su primer Mensaje para la 47ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebzó el 1º de enero de 2014. El Documento consta de diez Puntos, incluidos un breve Prólogo y una Conclusión. A continuación, un extracto de su Mensaje:
1. El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que hay que acoger y querer.
La globalización, como ha afirmado Benedicto XVI, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos…. Al mismo tiempo, es claro que tampoco las éticas contemporáneas son capaces de generar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad, privada de la referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir.
“¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9)
2. Según el relato de los orígenes, todos los hombres proceden de unos padres comunes, de Adán y Eva, (Cf. Gn 1,26), de los cuales nacen Caín y Abel.
Abel es pastor, Caín es labrador. Su identidad profunda y, a la vez, su vocación, es ser hermanos, en la diversidad de su actividad y cultura, de su modo de relacionarse con Dios y con la Creación. Pero el asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. A la pregunta “¿Dónde está tu hermano?”, con la que Dios interpela a Caín pidiéndole cuentas por lo que ha hecho, él responde: “No lo sé; ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Gn 4,9).
El relato de Caín y Abel nos enseña que la Humanidad lleva inscrita en sí una vocación a la fraternidad, pero también la dramática posibilidad de su traición. Da testimonio de ello el egoísmo cotidiano, que está en el fondo de tantas guerras e injusticias.
“Y todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8)
3. Surge espontánea la pregunta: ¿Los hombres y las mujeres de este mundo podrán corresponder alguna vez plenamente al anhelo de fraternidad, que Dios Padre imprimió en ellos? Parafraseando sus palabras, podríamos sintetizar así la respuesta que nos da el Señor Jesús: ‘Ya que hay un solo Padre, que es Dios, todos ustedes son hermanos’ (Cf. Mt 23,8-9). La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios.
Sobre todo, la fraternidad humana ha sido regenerada en y por Jesucristo con su Muerte y Resurrección. La Cruz es el “lugar” definitivo donde se funda la fraternidad, que los hombres no son capaces de generar por sí mismos.
Quien acepta la vida de Cristo y vive en Él, reconoce a Dios como Padre y se entrega totalmente a Él, amándolo sobre todas las cosas. El hombre reconciliado ve en Dios al Padre de todos y, en consecuencia, siente el llamado a vivir una fraternidad abierta a todos.
La fraternidad, fundamento y camino para la paz
4. Paulo VI afirma que no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad. Este deber concierne, en primer lugar, a los más favorecidos. Sus obligaciones hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural, y se presentan bajo un triple aspecto: el deber de solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de justicia social, el deber de caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo qué dar y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros.
La paz -afirma Juan Pablo II- es un bien indivisible. O es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”.
La fraternidad, premisa para vencer la pobreza
5. En la Caritas in veritate, mi Predecesor recordaba al mundo entero que la falta de fraternidad entre los pueblos y entre los hombres es una causa importante de la pobreza.
Por otra parte, no podemos dejar de reconocer un grave aumento de la pobreza relativa; es decir, de las desigualdades entre personas y grupos que conviven en una determinada región o en un determinado contexto histórico-cultural.
También se necesitan políticas dirigidas a atenuar una excesiva desigualdad de la renta. No podemos olvidar la enseñanza de la Iglesia sobre la llamada hipoteca social, según la cual es lícito, como dice Santo Tomás de Aquino, e incluso necesario, “que el hombre posea cosas propias”.
Finalmente, hay una forma más de promover la fraternidad, y es el desprendimiento de quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros.
El redescubrimiento de la fraternidad en la Economía
6. Las graves crisis financieras y económicas -que tienen su origen en el progresivo alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y comunitarias, por otro- han llevado a muchos a buscar el bienestar, la felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia, más allá de la lógica de una economía sana.
El hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra, debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida. La crisis actual, con graves consecuencias para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza.
La fraternidad extingue la guerra
7. Muchos son los conflictos armados que se producen en medio de la indiferencia general. La Iglesia alza su voz para hacer llegar a los responsables el grito de dolor de esta Humanidad sufriente, y para hacer cesar, junto a las hostilidades, cualquier atropello o violación de los derechos fundamentales del hombre.
Por este motivo, deseo dirigir una encarecida exhortación a cuantos siembran violencia y muerte con las armas: Redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo qué exterminar, a su hermano, y no alcen su mano contra él.
Sin embargo, mientras haya una cantidad tan grande de armamentos en circulación, como hoy en día, siempre se podrán encontrar nuevos pretextos para iniciar las hostilidades. Por eso, hago mío el llamamiento de mis Predecesores a la no proliferación de las armas y al desarme de parte de todos, comenzando por el desarme nuclear y químico.
Se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer, en el otro, un hermano de quién preocuparse, con quién colaborar para construir una vida plena para todos.
La corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad
8. Un auténtico espíritu de fraternidad vence el egoísmo individual, que impide que las personas puedan vivir en libertad y armonía entre sí. Ese egoísmo se desarrolla socialmente, tanto en las múltiples formas de corrupción como en la formación de las organizaciones criminales, desde los grupos pequeños hasta aquellos que operan a escala global.
Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos lucran, despreciando las leyes morales y civiles; en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación; en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero, así como en la especulación financiera; pienso en la prostitución, que cada día cosecha víctimas inocentes; en la abominable trata de seres humanos; en los delitos y abusos contra los menores; en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes, con los que se especula indignamente en la ilegalidad.
La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la Naturaleza
9. La familia humana ha recibido del Creador un don en común: la Naturaleza. La visión cristiana de la Creación conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones en la Naturaleza para sacar provecho de ello, a condición de obrar responsablemente; es decir, acatando aquella “gramática” que está inscrita en ella, y usando sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la belleza, la finalidad y la utilidad de todos los seres vivos y su función en el ecosistema.
¿Cómo usamos los recursos de la Tierra? Las Sociedades actuales deberían reflexionar sobre la jerarquía en las prioridades a las que se destina la producción. De hecho, es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la Tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo.
Conclusión
10. La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero sólo el Amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad.
El necesario realismo de la Política y de la Economía no puede reducirse a un tecnicismo privado de ideales, que ignora la dimensión trascendente del hombre.
Los cristianos creemos que en la Iglesia somos miembros los unos de los otros; que todos nos necesitamos unos a otros, porque a cada uno de nosotros se nos ha dado una Gracia según la medida del Don de Cristo, para la utilidad común (Cf. Ef 4,7.25; 1 Co 12,7).
Cristo se dirige al hombre en su integridad y no desea que nadie se pierda. “Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3,17). Lo hace sin forzar, sin obligar a nadie a abrirle las puertas de su corazón y de su mente. Así pues, toda actividad debe distinguirse por una actitud de servicio a las personas, especialmente a las más lejanas y desconocidas. El servicio es el alma de esa fraternidad, que edifica la paz.
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