jueves, 9 de enero de 2014

EDITORIAL

De la sospecha a la verdad


Necesitamos en este año hacer camino, salir del error a la verdad, de las tinieblas a la luz. Son, éstas, expresiones coloquiales que con frecuencia usamos para señalar algunas puertas probablemente abiertas a la solución de nuestros conflictos.

Hoy, buscamos qué luces nos harán entrar al futuro en este inicio incierto del año, doloroso y agobiante en varios sentidos, pero que, a la vez, puede ser luminoso, siempre y cuando podamos alumbrarlo con las luces del esfuerzo y del trabajo, así como de oportunidades para erradicar la tragedia y las amenazas latentes por la violencia omnipresente.

Con todo, persiste el estupor y el desencanto ante quienes dizque gobiernan, pero sólo engordan sus caudales, muy acordes con lo que atinadamente llama el Papa Francisco “una economía inhumana, de exclusión”, que es indiferente ante el sufrimiento de las mayorías depauperadas.

La Iglesia tiene su tarea específica en la Nueva Evangelización, aunque se le margina en muchos aspectos del mundo social. Para muestra, un botón: Hubo un Obispo, en los inicios del Siglo XX, a quien le ofensivamente apodaron “El Chamula”, porque se entendía muy bien con los tzotziles, tzeltales, chamulas, tojolabales y miembros de otras etnias chiapanecas; porque caminaba con ellos; porque asistía a sus fiestas; porque hablaba su idioma. Pero luego, pasados años de historia, afirma un autor de actualidad en una novela de su tetralogía sobre Chiapas: “Esta tierra”, que fue considerado un alborotador social, que incitó a la rebelión a los indígenas por su inconformidad por el cambio de la sede del Gobierno del Estado, que originalmente radicaba en Ciudad Real, hacia Tuxtla…

Todo eso pareció concluir hasta que lo cambiaron a Jalisco… pero aquí siguió otra historia, pues tal Prelado fue acosado por las fuerzas gobiernistas de entonces y desterrado del país en cinco ocasiones, por no plegarse a las Leyes ni disposiciones de los gobernantes. No es éste un espacio ni fecha apta para ahondar en los entreveros de La Cristiada ni en temas de similar catadura. Mas sí sabemos lo incómodo que resultan a ciertos Gobiernos los pronunciamientos de los Eclesiásticos ante problemas sociales, económicos o culturales; o por la subsidiariedad en el ejercicio educativo al promover escuelas, porque las “oficiales” no ajustan.

Hay, en suma, demasiados cerrojos y trabas para hacer pública la Fe de los pueblos; se inventan nuevos Impuestos y trabas burocráticas insulsas ante el ejercicio de los derechos de la gente más sencilla. Se presume, asimismo, de una obstinada y desubicada concepción del laicismo.

Empero, los tiempos de la Nueva Evangelización exigen a la Iglesia abordar muchos aspectos del liderazgo espiritual, social, cultural y aun político, tal como ha acontecido a través de una pléyade de Pastores y a lo largo de la Historia, lejana y cercana.

Cierto resulta que es menester procurar no más violencia en la Tierra, según recita la Biblia: “Tus murallas tendrán el nombre de la salvación, la paz y la alabanza…” Pero, después de unos días saturados de Reformas de toda especie, y cuando parece que el tiempo de las inconformidades se normaliza, la realidad sigue siendo tan dura como antes: persisten las limitaciones y continúa agobiándonos multitud de cargas, debido, en parte, al hambre insaciable de la clase gobernante.

Habrá que tener ánimo, enriquecer la confianza en una Providencia Divina que pueda ayudarnos a trastocar el sentido de la adversidad y poner en acción la Esperanza. La desesperanza parece material de leyendas; sin embargo, los hechos nos hacen tropezar con ella cada día.

¿Qué estrella nos guiará en este inicio de año? ¿Qué alientos haremos renacer para no aferrarnos a la desgracia y a los malos augurios? La tarea será ardua; habrá que transitar de la sospecha a la Verdad, de las tinieblas a la Luz que fortifica y anima.


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