Encarrilados en el 2014
Al nuevo calendario le enganchamos de manera inmisericorde jornadas y faenas enormes. Programamos mejoras personales y despotricamos contra las imposiciones que nos atan a demasiadas obligaciones, porque no nos alcanzan los recursos o la voluntad para darles una respuesta personal.
A fuerza de divagar en los inicios del año, maldecimos los deberes que nos imponen los demás. Cada cual elige su rival favorito, en el cual descargar su enojo, su impotencia o el sarcasmo. En la lista sin fin están los gobernantes, que nos agobian con Impuestos; la violencia, con sus riesgos; los hijos, con su indolencia; los vecinos, con su insolencia; los drogadictos, que no pretenden la cura; el deporte-espectáculo, que nos hace pagar las facturas de su envilecimiento y desaforado mercantilismo.
¿Cuál sería el aprendizaje del año que nos ha dejado como para construir mejores momentos y oportunidades en el nuevo ciclo que apenas empieza y que ya se nos va entre los dedos? Se habla de “la cuesta de enero” en razones de penurias económicas. Bien sabemos que el dinero no lo es todo; sin embargo, nos aterran las responsabilidades ineludibles en este sentido. Por otra parte, deploramos las listas abundantes de compromisos que se quedaron a medias. El elenco de ilusiones programadas, que sólo alcanzaron el nivel de las buenas intenciones; algunas, ni siquiera comenzadas. Vimos que, conforme pasaba el tiempo, íbamos rebajando el impulso volitivo de cumplir las promesas y propósitos, o de plano, cómo quedaron éstos relegados en razón de sentirnos incompetentes para llevarlos a cabo.
Asimismo, nos desalientan las decisiones recientes de los políticos en el poder. Basta leer la lista de los nuevos gravámenes fiscales, para olvidar la bondad de la alternancia. Hemos comprobado que “Chango viejo no aprende maroma nueva”, y que cuando no se aprecia la honradez, el tiempo recrudece los vicios. Confiamos en el cambio de poderes con la esperanza de mejoras, pero nos acabaron ofendiendo los “arreglos en lo oscurito”.
Con los Partidos políticos y la mayoría de sus miembros, dice la gente de bien que no hay para dónde mirar, pues en casi todos se estila la corrupción y la negligencia en cuanto alcanzan el cargo… Y hasta en lo sagrado de la familia suele golpear el desencanto.
Pese a todo, el año nuevo nos ofrece una epifanía permanente; alienta ver comportamientos de algunos de nuestros semejantes que le dejan un espacio a Dios. Hay fórmulas de convivencia en las que surgen proyectos para hacer el Bien a quien más lo necesita. Y, por supuesto, abundan personas de calidad indiscutible. Sin embargo, todavía el egoísmo estéril persiste en muchos, y además, generalmente somos muy severos para cuestionar las conductas ajenas, sin mirar las propias.
Ha abundado la lluvia, el frío, la nieve del fin de año, pero no han ahogado la esperanza de un tiempo mejor. Ha llegado 2014 apresurado. Un nuevo ciclo de vida política, social, familiar, también religiosa, está a la puerta. Hay anhelos de transformar de lleno la vida parroquial, con la Nueva Evangelización. En el resguardo de la Humanidad, hay cientos de Monasterios donde mora gente de paz, de silencio, de trabajo y de oración. Y aun fuera de los Claustros, hay mucha gente que mejora día a día la calidad de su trabajo, que contribuye con su labor y actitud a evitar el desmoronamiento del tejido social. A todos, un Feliz Año que, sin duda, será otra oportunidad de refrendar nuestras esperanzas.
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