jueves, 2 de enero de 2014

Al continuo encuentro del Señor

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Amigos, amigas:


Debemos saber que, al desprenderse la vida de la Tierra, tenemos que estar conscientes de que nos espera Dios Misericordioso, un Dios que nos ama. Mas, para que eso sea posible, es menester que en este tiempo de Gracia, la actitud que debemos imponernos es la de estar vigilantes, atentos a la venida permanente del Señor. Y, ¿cómo podemos manifestar esa atención?, pues siendo atentos a su Palabra, escuchándola y, sobre todo, poniéndola en práctica.

Hay que salir al encuentro del Señor, que viene a nosotros en la persona de cada hermano que nos encontramos en el camino; hay que salir al encuentro del Señor en la persona de nuestros prójimos, especialmente de aquéllos que más sufren injusticias, enfermedades, dolores y estrecheces. Y en la persona de esos hermanos podemos abrazar al Señor, que viene a salvarnos.

Si ejercemos la caridad a través del servicio a nuestros hermanos, estaremos en una vigilante y activa espera, sabiendo que el Señor viene en los acontecimientos, en las personas, en la Fe, en su Palabra, en todos los momentos y circunstancias; que Dios está viniendo a salvarnos y que no podemos dejarlo pasar; que hay que despertar del sueño, de la sordera y la inmovilidad, porque la noche transcurre rápido y el día de nuestra partida se acerca.

Así pues, tenemos que dejar las obras de las tinieblas, para convertirlas en obras de la Luz, de Vida Nueva. Tenemos que renovarnos y renovar nuestro entorno, a la Luz de la Palabra de Dios; eso es realmente esperar y acoger al Señor que viene.

Por tanto, aunque está vigente la alegre noticia de que el Señor vino hecho hombre para salvarnos, nuestra vida, cualquiera que sea, debe sufrir una modificación para mejorar y ser digna de esa Salvación. La vida matrimonial de los casados no puede seguir así, en rutina, en frialdad e indiferencia. La vida de los padres en su atención hacia los hijos, no puede continuar en ese desentendimiento de que sus hijos hagan lo que les venga en gana. La vida y relación entre hermanos no debe proseguir exactamente así, como si no existiera la auténtica fraternidad. Nuestra vida profesional no puede seguir funcionando bajo el esquema del “ahí se va, y a ver cómo salen las cosas”. Todo lo que hagamos y lo que somos tiene que mejorar, tiene que renovarse, llenarse de esperanza y de emoción, porque el Señor viene para amarnos y para salvarnos; pero debemos poner todos los medios a nuestro alcance para lograr esa Gracia.

Recuerden que el Señor está viniendo no de una manera ideal, sino de una forma concreta, en la vida, en los acontecimientos, no sólo propios, sino de las personas con las que nos relacionamos; el Señor está viniendo en todo.

Seamos, pues, discípulos en vigilante espera, para que la venida del Señor a salvarnos no nos pase desapercibida. Antes de ponernos en camino a su encuentro, Él ha tomado la iniciativa. Vino hace dos mil años, y vendrá también al final de nuestra existencia, pero está viniendo, lo reitero, en cada momento; reconozcámoslo y dejémonos amar y salvar por Él.


Yo los bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo.


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