Juan López Vergara
El Santo Evangelio del domingo anterior, justamente al inicio del Adviento, nos exhortaba a mantenernos vigilantes y preparados. En el de hoy, nuestra Madre Iglesia nos anima a decidirnos a vivir una auténtica conversión ante el Señor, que ya está por llegar (Mt 3, 1-12).
El pueblo acudía con humilde actitud
Comienza con el anuncio de Juan Bautista, para disponer adecuadamente al pueblo de Israel ante la inminente llegada del Mesías: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los Cielos” (v. 2). Frente al arrollador Mensaje del Profeta, el pueblo acudía con humilde disposición: “Confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río” (v. 6). A muchos fariseos y saduceos, que también se acercaban para recibir el Bautismo, el indómito Profeta del Desierto, con lacerante lenguaje, los conminaba a ser personas realmente congruentes: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham” (vv. 7-9).
El humilde reconocimiento del Bautista
San Juan ofrece un Bautismo de conversión, pero claramente confiesa que detrás viene Alguien infinitamente más grande que él: “Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han convertido; pero el que viene detrás de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego” (v. 11). El ‘fuego’ simboliza la intervención de Dios, que purifica las conciencias (compárese Is 1, 25; Za 13, 9).
El mensaje medular de este pasaje evangélico es cristológico y cristocéntrico, puesto que manifiesta la necesidad indispensable de una auténtica conversión que se transforme en obras, para poder recibir a Jesús, ante y por Quien se decide todo, ya que “Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en el fuego que no se extingue” (v. 12).
Llamados a un creativo y humilde compromiso
San Pablo recomienda a la comunidad de Tesalónica: “Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (I Ts 5, 21). Siguiendo el consejo del Apóstol, concluimos narrando un antiguo relato oriental:
Buda fue asaltado por un bandido. Como no tenía dinero, el ladrón le dijo que le quitaría la vida. Buda pidió que le concediera un último deseo. El bandido asintió. Buda le dijo: ‘Corta la rama de ese árbol’. El asaltante, riéndose burlonamente, obedeció, no sin decir: ‘Nada más fácil’. ‘Ahora’, continúo Buda, ‘ponla en su sitio de nuevo’. El bandido se rió otra vez y le dijo a Buda: ‘Eres un loco, porque eso no es posible’. Pero Buda, con inefable compasión, le dijo: ‘El único loco eres tú, porque es fácil destruir, pues lo realmente difícil es curar, crear y restaurar la vida’.
¡Obras son amores, y no buenas razones!
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