jueves, 12 de diciembre de 2013

Espíritu Misionero

La exigencia de salir

El espíritu misionero en la dinámica de la Nueva Evangelización


Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga

Pbro. Hipólito Hernández Valle

Vicaría de Pastoral


Congreso EucarísticoLa Nueva Evangelización quiere ser la expresión de una nueva Pastoral más misionera, tanto en su espíritu y en las personas, como en sus métodos y estructuras.

Por ello, nuestro espíritu misionero ha de caracterizarse por diversas actitudes:

1a. Debe entrar en la dinámica de Pentecostés, para que, a semejanza de cuanto hizo con los Apóstoles, el Espíritu Santo nos saque de nuestro enclaustramiento y nos empuje hacia los demás para anunciarles con valentía a Jesucristo vivo.

En este sentido, el Documento de Aparecida (D.A.) se expresa, en el No. 548, muy claramente:

“Necesitamos un nuevo Pentecostés. Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir con ellos el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y esperanza”.

Y es que sucede que cuando una persona o institución ha quedado encerrada por mucho tiempo, al querer romper esa cápsula puede sentir miedo de los demás; experimentar temor a lo nuevo; perplejidad ante el camino que debe tomar; inseguridad por los recursos humanos de que dispone; poca gana de salir del propio egoísmo, etc.


9[1]2a. Requiere la audacia apostólica o valentía para dar testimonio. Esta actitud es la más notoria (D.A. Números 11 y 251) como lo fue en la vida de Pedro, Juan y Pablo. Es la parresía don del Espíritu para situaciones difíciles, que no deja que el miedo nos paralice y nos impida evangelizar.

3a. Debe dejarse impulsar por el ardor evangelizador, semejante al que movía a Pablo a pasar de un lugar a otro, aun a sabiendas de que encontraría oposición y enormes peligros (Cfr. 2 Co. 11, 26-27).

4a. Tiene que recuperar su capacidad, como Aparecida insiste, de asombrarse con lo nuevo; es decir, aceptar lo nuevo que ofrecen las culturas, aun siendo críticos en cuanto a los aspectos negativos; acoger el mundo nuevo que estamos viendo, porque es éste y no otro el que tenemos qué evangelizar, y recordar que lo que no es asumido, no es redimido (D.A. No. 480).

5a. Necesita adoptar, ante la perplejidad de los caminos que hay que tomar, un espíritu de discernimiento que es, ante todo, un espíritu de adhesión creyente, gozosa y confiada en Dios, para, a partir de esta base, poder realizar ese proceso que Aparecida vuelve a valorar: ver, juzgar y actuar.

Entiéndase que se trata de un ver no puramente técnico, sino de ver la realidad a la luz de la misma Providencia de Dios; pasar luego a juzgar, cómo debe ser un discípulo que juzga según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para, finalmente, dar el paso al actuar, mas no como francotirador, sino como miembro de la Iglesia.

6a. Recuperar el liderazgo cultural, ante la inseguridad por los recursos humanos de los que se dispone, y respecto a lo cual Aparecida ha sido muy sincera al señalar cómo hemos quedado fuera de las fuerzas que construyen las culturas.

De ahí la insistencia, por tanto, en la formación del discípulo misionero, para lo cual se nos ofrece un proceso con cinco aspectos fundamentales que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí: el encuentro con Cristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión (D.A. No. 278).

Ante ese egoísmo cómodo que impulsa a tantos a permanecer estáticos, Aparecida nos ofrece un antídoto que ‘puede costarnos, pero que es indispensable:

“Una auténtica Evangelización de nuestros pueblos implica asumir plenamente la radicalidad del amor cristiano, que se concreta en el seguimiento de Cristo en la Cruz; en el padecer por Cristo a causa de la justicia; en el perdón y amor a los enemigos. Este amor supera al amor humano y participa en el amor divino, único eje cultural capaz de construir una cultura de la vida. (D.A. No. 543).

Este amor de plena donación debe salir totalmente fortalecido en la dinámica de la Nueva Evangelización.


Los Laicos, protagonistas en la Pastoral

A partir de la Parroquia, construyendo el Plan Diocesano


Pbro. Óscar Maldonado Villalpando


CIMG3546[1]Se llegó el momento esperado! Así como llegan las Fiestas Patronales, las Posadas y Navidad, los Ejercicios Espirituales y las Misiones, ahora está muy cerca el momento estelar de la Asamblea Parroquial de Pastoral.

El señor Cura Ángel Zepeda Guzmán, Párroco de El Señor de los Milagros, en San Pedrito, convocó a los Agentes, primeramente a los que de ordinario participan y pertenecen al Equipo Coordinador Básico, los cuales se reúnen cada quince días, y que han sido los motores y motivadores de esta Asamblea; pero también invitó a otros miembros de los Grupos y Sectores que manifestaron interés en participar de manera más cercana en la vida parroquial.

Dicha Asamblea tuvo lugar del miércoles 4 al viernes 6 del presente mes, sesionando tras la Celebración Eucarística y el Rosario de la tarde. Ya desde junio, cuando se realizó la Asamblea Diocesana, los fieles estuvieron siendo motivados en el conocimiento y en la tarea de asumir el Objetivo Diocesano con sus prioridades.


Pasos del caminar

El primer día, el Párroco dio la bienvenida, hizo la oración y conminó a los concurrentes a darle máxima importancia a este acontecimiento; los convidó, asimismo, a vivirlo en apertura al Espíritu Santo, pues en estos trabajos se espera recibir la Luz del Señor para ir trazando el camino pastoral, tal como indicara el señor Cardenal José Francisco Robles Ortega, nuestro Pastor Diocesano.

Los Agentes presentes, unos 60, tenían ya en sus manos el subsidio y el material apropiado para realizar la Asamblea; uno de ellos, Felipe de Anda, giró las instrucciones para las actividades, formando grupos de trabajo y explicándoles los puntos a tratar, que habían quedado establecidos desde noviembre del año pasado, y cuya máxima a seguir fue: “Ver con los ojos del Padre”. Ahí se reafirmaron o modificaron los hechos; luego, se afinaron los retos, ante los cuales los Equipos de Laicos, no sin dificultades, salieron adelante en su tarea, contando con el acompañamiento cercano del Sacerdote y del Coordinador Seglar, quienes respondieron a sus dudas y complementaron sus empeños.

Luego de una sencilla Sesión Plenaria, en la que se aportaron algunos cambios en la situación o se reafirmó lo ya establecido, se prosiguió al segundo momento: “Juzgar con los criterios del Hijo”.

En esta parte, ante los hechos que integran el marco de la realidad, se planteó a los Agentes la necesidad de acudir a la Fe, a la iluminación, a los valores propios. Se manejaron los indicadores que confluyen a responder a la pregunta de ¿qué modelo de Parroquia requerimos? De ahí, se pasó a revisar las ideas-fuerza, para luego puntualizar lo que éstas exigen. De esa manera, quedaron establecidos tanto el Marco de la Realidad como el Marco Doctrinal.

Para el segundo día se abordaron temas urgentes, las prioridades. Hubo que hacer un espacio en el Programa, a fin de responder a las Encuestas para el Sínodo de la Familia.



Manos a la obra


Es de desear que todas las Comunidades Parroquiales, siguiendo este sencillo esquema, emprendan la organización de sus propias Asambleas. El modelo a seguir ya está documentado, especificado y difundido. Se trata de darle encauzamiento a las Asambleas verificadas en este año a niveles parroquial, decanal, vicarial y diocesano, con el propósito de revisar y evaluar el itinerario de la Misión Continental Permanente, así como de enriquecer y apuntalar el Sexto Plan Diocesano de Pastoral, que se propondrá el año venidero, y cuyo cumplimiento obligatorio será de alcance general en toda la Arquidiócesis.



Acción, con la fuerza del Espíritu Santo
Ya el viernes 6 se planteó la necesidad de hacer la programación de tareas, según las actividades de cada Sector y cada Grupo, estableciendo metas sobre el qué y el cómo proceder.

En este día se organizó también una Celebración Eucarística especial por la Asamblea, con una amplia participación de fieles. Al final, se llevó a cabo un convivio fraternal en el atrio.

Seguramente el proceso no es perfecto; quizás no todos lo habrán entendido completamente; pero, eso sí, en todos existe la buena voluntad de reunirse, de aprender, de participar y de acabar por entender que la labor pastoral parroquial debe ser realizada por todos los feligreses, durante todos los días de su vida.


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