jueves, 19 de diciembre de 2013

La influencia católica en la Nueva España

THO


la iglesi.Entre las incontables novedades bibliográficas de la más reciente edición de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, se presentó una obra del todo necesaria y sustanciosa porque toda ella, en sus más de 600 páginas, está dedicada a analizar el papel protagónico que durante ese tiempo tuvieron la Iglesia Católica y sus Ministros.

La pulcra edición, posible gracias al patrocinio del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, apareció bajo el signo de Ediciones de Educación y Cultura, Asesoría y Promoción, S.C., en este año que termina. Consta de dos partes: Una Iglesia en construcción y Las etapas del proceso. Integran la primera, dos Capítulos: La Iglesia, entre el Papado y la Corona, y Del Viejo al Nuevo Mundo. La segunda, la más extensa, contiene cuatro Capítulos y un Epílogo: La etapa fundacional (1521-1565); El período de consolidación (1565-1640); Los años de autonomía (1640-1750), y La búsqueda de una identidad en una época de cambios (1750-1821). El Epílogo lleva por título “La Iglesia en el Siglo XIX”.

Participaron en esta obra los más prestigiosos conocedores del tema en nuestros días; ninguno eclesiástico, por cierto: Rodolfo Aguirre Salvador, Francisco Javier Cervantes Bello, Brian Connaughton, Iván Escamilla González, Óscar Mazín, Leticia Pérez Puente, Gabriel Torres Puga y Antonio Rubial García, Coordinador del trabajo editorial.

El acopio de datos y la seriedad académica de los coautores hacen esta obra imprescindible para su lectura y hasta conveniente como libro de texto de Historia Eclesiástica Mexicana en los Seminarios y en otras Casas de Formación, que siguen adoleciendo de un Tratado integral acerca de una materia que a los cristianos de América más tendría qué urgirnos.

Se ha dicho de este libro que es “la primera gran interpretación del papel de la Iglesia en México, salida del concurso de Historiadores profesionales laicos de nuestro país”, excepto el caso del Doctor Connaughton, añadimos nosotros, cuya participación, sin embargo, no podía faltar.


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