jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Eres Tú el que tenía que venir?

Juan López Vergara


Celebramos el Tercer Domingo de Adviento, que tradicionalmente es denominado ‘Gaudete’, porque llama a la exaltación gozosa de la Fe en un Dios que nos ama hasta el extremo de compartir nuestra condición humana. El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece hoy reseña la inconmensurable bondad que explayó el Señor Jesús, la cual fue motivo de escándalo incluso para el más grande Santo: Juan Bautista (Mt 11, 2-11).


El desafío de la conversión

Por ser fiel a la verdad, el Bautista se encontraba privado de su libertad. Era una persona realmente auténtica, un valiente, un prisionero de conciencia. No obstante ser, San Juan, el Precursor, el Profeta de la preparación, la Voz que grita en el desierto, fue asaltado por la duda, “pues habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: ‘¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?’” (vv. 2-3).

San Juan Bautista se extrañó al ver las obras tan diferentes de las que esperaba que realizaría el Mesías, pues Jesús, lejos de actuar como un juez implacabe dispuesto a condenar a los pecadores (Cf. Mt 3, 12), resulta que se dedicaba a limpiar leprosos (Cf. Mt 8, 1-4); a sanar enfermos (Cf. Mt 8, 5-17); a liberar endemoniados (Cf. Mt 8, 28-34; 9, 32-34); a curar paralíticos (Cf. Mt 9, 1-8); a devolverle la vista a los ciegos (Cf. Mt 9, 27-31); a resucitar muertos (Cf. Mt 9, 18-26); a convivir con pecadores (Cf. 9, 10-13), mostrando, en todo momento, una inefable compasión por su pueblo (Cf. Mt 9, 35-38).


El Perdón tiene la última palabra

El comportamiento de Jesús, ciertamente, no es el que Juan Bautista esperaba o predicaba del Mesías. Por ello, la contestación de Jesús a los enviados de San Juan remite sin ambages a su forma de proceder (véanse vv. 4-5). Y cierra con una atenta advertencia: ‘Dichoso aquél que no se sienta defraudado por Mí’ (v. 6).

Jesús anuncia la inauguración de un Reino que contradice las expectativas de muchos y que será motivo de escándalo, porque deja siempre, absolutamente siempre, una puerta abierta al perdón y la misericordia.

Cuando los discípulos de Juan se marchaban, Jesús emitió un precioso panegírico de su venerable Precursor, en el que exalta, sobre todo, su congruencia (véanse vv. 7-10) y, en el cual, categórico afirma: ‘Yo les aseguro que no ha surgido, entre los hijos de mujer, ninguno más grande que Juan el Bautista’ (v. 11a). Sin embargo, Jesús declara: ‘El más pequeño en el Reino de los Cielos, es todavía más grande que él’ (v. 11b).


El compromiso con el hermano

San Mateo quiere transmitirnos que con Jesús ha llegado el tiempo definitivo, la venida del Señor y, por eso, quien entre en el Reino a través de su seguimiento es aún más grande que San Juan Bautista. El Señor Jesús nos invita, pues, a ser de esos para quienes su misericordioso proceder, lejos de suponer una ocasión de escándalo, sea motivo de un compromiso agradecido con nuestros hermanos más desprotegidos, pues, como Jesús mismo nos ha revelado: ‘En verdad os digo que cuanto hicísteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicísteis’ (Mt 25, 40).


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