Navidad en un mundo disparejo
Este diciembre nos ha traído un Adviento duro; una esperanza agria, pues parece que Dios tarda demasiado en llegar. Hay, es verdad, una multitud de alegrías efímeras, aquí y allá. A muchos les deslumbra la ventolera de los anuncios y la publicidad; las marquesinas y los árboles enredados de luces, aunque luego llegue el desencanto. Otros, no atinan a reflexionar sobre las insidiosas trampas de las ofertas que no pueden perderse, o reaccionan tarde. Y abundan los que caen seducidos por las frases inventadas, los conceptos rebuscados para engatusar, que publicitan trapos, chácharas, cuentas de vidrio y oropeles.
Por esta época, muchos mercaderes nadan en la bonanza, pero también el hambre golpea con iniquidad a miles de familias. Incontables niños, lo más frágil de nuestro mundo, son los que más se ilusionan por el “Dios Recién Nacido”, y sufren desilusiones debido a su pobreza, que muchas veces raya en la miseria.
Las calles hierven de cientos de indigentes que salen a pedir “su navidad” en los cruceros; mientras otros, con su “puerquito” de plástico en la mano, imploran una generosidad que a veces tarda siglos en llegar. En el submundo de los pobres se cuaja una tristeza navideña irreconciliable, pues a tantos de ellos sólo les queda mirar aparadores de lujo, soñando con esos regalos inalcanzables.
Con todo, los afanes navideños persisten: hay que arrimar algo a los pies del árbol navideño o a la mesita de un pesebre artesanal. Hay que sacrificarse para ofrecer algo a los que algo esperan, para confeccionar al menos un envoltorio decoroso para un modesto obsequio. Es la ley del mundo del “toma y daca” la que se ha adueñado de nuestra Navidad, que más que celebración festiva de unión, fraternidad y paz, se ha vuelto para tantos seres humanos en tiempo de deseos inaccesibles y de comportamientos insultantes.
Por otra parte, vivimos una Navidad, sin duda, complicada no sólo desde las situaciones religiosas, económicas y familiares, sino también desde la política…
Los profesionales de este quehacer han montado un circo de pseudodemocracia, un espectáculo grotesco, que es una burla para el respetable. Ni con los miles de pesos de sus salarios insultantes ni con los miles de millones de sus presupuestos han alcanzado a producir un trabajo decente, medianamente aceptable. Las reformas prometidas, en número relevante, han acabado en leyes amañadas, para beneficio de unos cuantos y perjuicio del pueblo.
La mayoría de los miembros del Poder Legislativo se enriquece, enriquece a sus pares y a sus beneficiarios cercanos, y a contraparte, muestra un apetito recaudatorio a través de medidas tramposas que han firmado los miembros de Partidos políticos sin recato ni conciencia social, ignorando a esas mayorías, a las que deberían representar y servir, tal como lo juraron al asumir sus cargos.
Es ésta una Navidad en la que, particularmente los Legisladores, han jugado con nuestras tradicionales fiestas religiosas: Guadalupe y Adviento, amargándolas con sus espectáculos mediáticos distractores, para generar discusiones, pleitos, escándalos ficticios, usados para atraer y dividir la atención entre el hueco ruido político y el fervor religioso; para sembrar aparentes discordias e imponer demagógicas decisiones premeditadas, precisamente en estos tiempos que deberían de ser de luz y esperanza para desafiar el futuro en el horizonte de México.
Y sin embargo, pese a todo ello, la Navidad sigue siendo una realidad hermosa. Para quienes tenemos Fe, Dios asegura siempre su llegada, aun en tiempos revueltos y difíciles. Y es que desde siempre resuenan las Profecías: “… del tronco seco brotará un renuevo”. Hoy, cuando los buenos deseos y anhelos parecieran disolverse en este mundo injusto y disparejo, sobrevive el ofrecimiento que no fenece: Dios quiere estar entre nosotros. De cada quien dependerá el establecer las condiciones para estar verdaderamente con Él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario