jueves, 19 de diciembre de 2013

El Señor quiere encontrarnos preparados

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Amigas, Amigos:


Nos acercamos a la Venida de Jesús, y por ello debemos tener actitudes oportunas, tanto para recibir al Salvador en esta Navidad, como para la Venida del Señor al final de nuestros días.

Y para ello nos hace bien el ser austeros, renunciar a todo lo superfluo e innecesario en nuestra vida, sobre todo si ese excedente alimenta nuestra vanidad y nuestro orgullo. Para salir al encuentro del Señor que viene a salvarnos, hay que mantener una disposición de sobriedad, de renuncia, de liberación de todo aquello que nos estorbe, que nos impida ser libres.

En estos tiempos navideños recibimos muchas propuestas que nos hace principalmente la sociedad de consumo; por todos los medios, quieren hacernos creer que para celebrar como se debe el Advenimiento del Señor hay que gastar más de lo que se tiene, y que para disfrutar hay que excedernos en lo que comemos, en lo que bebemos; en todo, cuando lo realmente importante, lo esencial, es estar bien dispuestos en nuestro interior para que Cristo venga a nuestra vida y pueda salvarnos.

Y, para poder experimentar esa Salvación que nos ofrece, necesitamos esforzarnos por vivir en la justicia, en el amor, en la fraternidad, sin despreciar, sin humillar, sin explotar a nadie. Para que la Salvación de Dios opere en nuestra vida, se requiere, en pocas palabras, una conversión al Evangelio.

El Evangelio nos cuestiona y nos dice cuánto nos hemos apartado del amor a Dios, del amor al prójimo; cuánto nos hemos aplicado más a la injusticia que a la caridad. Si seguimos enfrascados en luchas fraternas, en las guerras entre nosotros, en ignorarnos mutuamente, en no ser solidarios con nuestros semejantes, la justicia no vendrá, la paz no reinará, la armonía no la sentiremos, y despreciaremos a ese Dios que viene para establecer un clima de paz, de caridad y concordia.

Todos estamos, pues, llamados a convivir en armonía, en solidaridad, pero para que esto sea una realidad, insisto, requerimos convertirnos. Para poder percibir la presencia y la acción de Dios Espíritu Santo en nuestra existencia, urge purificarnos del pecado, del egoísmo, de todo aquello que nos aleja del amor de Dios y todo aquello que nos separa del amor a nuestros hermanos. Sólo así, purificados, podremos recibir la presencia y la fuerza del Espíritu de Jesús. Él nos ha bautizado con su Espíritu, pero para que se manifieste en nosotros, tendremos que renunciar verdaderamente al Mal, al pecado y a quien es el origen de todo esto: Satanás, convirtiéndonos, a la vez, al Amor y al Bien, y en promotores de la justicia y de la paz.

Sólo mediante esa conversión estaremos preparados, tanto para recibir el Don del Espíritu de Cristo en esta Navidad, como para la venida última del Señor en nuestras vidas, cuyo día y hora no sabemos, pero que deseamos nos encuentre bien dispuestos.


Yo los bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


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