jueves, 26 de diciembre de 2013

La protección de la Sagrada Familia

Juan López Vergara


El Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece hoy, relata que Jesús se educó, creció y maduró bajo la protección de la Sagrada Familia, y que no siempre fue fácil su vida familiar, pues sufrió la persecución y el exilio. El Salvador del mundo inició su existencia como un refugiado político, en una familia que debió huír de su país porque corría peligro de muerte (Mt 2, 13-15. 19-23).


Jesús personifica a su pueblo

San Mateo, Evangelista y apasionado biblista, a quien le gustaba consultar en su biblioteca lo nuevo y lo viejo (compárese Mt 13, 52), inicia su relato mostrando a Jesús reviviendo en Sí mismo los comienzos de la historia de su pueblo: “Después de que los Magos partieron de Belén, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al Niño y a su Madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo’” (v. 13).

José, atento siempre a la Voluntad de Dios, enseguida, tomó consigo al Niño y a su Madre y se puso en marcha (véase v. 14). El esposo de María ejerció con responsabilidad y entrañable humildad su paternidad.

Jesús personifica a su pueblo cuando se ve precisado a huír a Egipto.


Dios está de parte

de los débiles


José permaneció en Egipto a la espera de una llamada. Cuando ésta llegó, se cumplió lo predicho por el Profeta: “De Egipto llamé a mi hijo” (v. 15 compárese: Os 11, 1). Israel, el ‘hijo’ del texto profético, era figura del Mesías. Para San Mateo, el recurso a las Escrituras es importante, pues a la luz de ellas es posible vislumbrar los Planes de Dios. José fue invitado a volver porque: “Ya murieron los que intentaban quitarle la vida al Niño” (v. 20). Quienes ponen obstáculos a la acción divina, desaparecen.

José, nuevamente avisado en sueños, se instaló con su Familia en Galilea, en una población llamada Nazareth (véanse vv. 21-23). Los sueños de José son revelaciones que señalan una intervención divina; muestran que Dios tiene la última palabra, y siempre está de parte de los débiles.


El Misterio de Jesús

San Mateo anhela mostrarnos que Jesús, el Emmanuel, no creció en una atmósfera exenta de situaciones difíciles. La Sagrada Familia se vio precisada a huír, para enseñarnos que en medio de las más flagrantes injusticias aparece la Salvación: Dios escribe derecho en renglones torcidos.

El cometido del Evangelista, como sugieren las órdenes divinas, los sueños, las citas de las Escrituras, es introducirnos en el Misterio de la Persona de Jesús: Quién es, a qué viene y qué repercusiones tiene su venida.


Como Jesús, nuestro Hermano Mayor, también nosotros hemos tenido la inmensa Gracia de haber recibido la vida y la Fe en medio de una familia. Bajo su protección hemos aprendido que Dios conduce la Historia e ilumina su sentido con su Palabra, que es antorcha para nuestros pasos, luz para nuestro sendero (compárese Sal 119, 105).


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