jueves, 19 de diciembre de 2013

La gente tiene la palabra

Luis Sandoval Godoy


2128-1[1]186- Hasta la pregunta es necia

Don Miguel de Cervantes, tan moderado y medido, tan sólido y profundo en sus expresiones, un día increpó, curioso, impertinente, a su vecino.

Sin decirlo expresamente, dijo don Miguel que hay que proceder con tino en el discurso, y que, en caso de una pregunta, hay que saber qué y cómo preguntamos.

A una pregunta necia o planteada con intención torpe, como la del que mete aguja por sacar hebra, no puede responderse con cordura.

Y, sin ir de plano al asunto que se inquiere, lanza a aquel individuo un soplamocos como para callarlo de una vez, diciéndole que su pregunta es necia.


187- Hay que pensar con la cabeza
Así debería ser, y de esa manera habría riqueza en las palabras, contenido en las expresiones, para no salir aquí y allá con simplezas y extravagancias.

Pero nuestros tiempos convulsos, en que se ha perdido el rumbo, se hace trizas con la lógica, se estropea la sindéresis, nadie emplea el seso.

O la cabeza ha perdido su lugar, el sitio principal desde donde han de ser guiados todos los pensamientos y acciones nobles del ser humano.

Porque parece que algunos individuos llevan la testa en los pies, y allá entre la tierra suelta arrastran la cabeza, que no puede ya pensar con sensatez.


188- Hombre prevenido vale por dos
Hay que suponer que ellos son dos: el hombre prudente que actúa con inteligencia, y el otro, el improvisado, que va, como se dice, “a la trompa talega”.

Cuestión de que cada quien en la vida escoja su manera de ser y de proceder en sus actos: responsable como el primero o irreflexivo como va el segundo.

Ya está dicho, y según esa señal, hemos de adoptar el papel que queramos, el sello de la personalidad que elijamos, en ese doble aspecto de la vida.

Y tener el peso y la estatura del hombre sensato que sorteará con éxito las circunstancias del camino, sabiendo que vale como dos hombres a la vez.


189- Haz un poder de palo

Decía Pepe el Flaco que a él no había tropezón que lo sacara del camino, conflicto que no pudiera resolver, situación que pudiera hacerle mella.

En cambio, don Abundio el Gordo, con sus lonjas y su papada de tres pliegues, era un mar de desdichas, un mundo de calamidades que no paraba de contar.

Ahí estaban los dos como ejemplo de las actitudes en que suele definirse un hombre. Entonces le dije a Chuy: fíjese bien cómo se comportan uno y otro.

Usted no se rinda ante nadie. Si aquel problema le parece inmenso, lo resolverá con el poder de la voluntad, que es eso: hacer un poder, aunque sea de palo.


190- Hace sus ayeres
Entre los aciertos deleitosos del lenguaje coloquial, está esa palabra que, de tener su naturaleza gramatical como adverbio de tiempo, lo usamos como sustantivo.

El ayer, los ayeres, las cosas del ayer, allí donde guarda sus voces el mar, y el mar de los recuerdos nos mece en mundos de canto y luz, de vientos y de olas.

Los ayeres que se guardan en la petaquilla grande, los herrumbrosos ayeres que se habían quedado olvidados en el arcón que está en el otro cuarto.

El día que abrimos la puerta a aquel mundo que se quedó oculto en las telarañas del tiempo, una fragancia nos hace vivir lo que habíamos dejado en sus ayeres.


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