El hombre y la herramienta, el tiempo y el espacio, la necesidad y el ingenio. Arte y aprendizaje son connaturales a la penuria. Siempre hace falta una red para atrapar las cosas buenas, porque la felicidad parece que huye en desbandada.
Cada ser del Universo lucha por la sobrevivencia, y sin embargo, a diario se enfrenta a las desilusiones. El alimento tarda en llegar, el esfuerzo emprendido parece inútil y las dificultades se agolpan demasiado. La conquista de la paz está lejos.
La felicidad es precaria, efímera, se resbala caprichosa de las manos. ¿Cuántos trozos de alegría le hemos robado al año que termina? El bien y la abundancia vienen de la lucha, del sudor de cada día y, a veces, después de la desilusión. Si tardan, ya vendrán.
Sembramos semillas fecundas de alegría, y la cosecha es exigua. El entrenamiento para la paz y la felicidad no es bastante para alcanzar nuestros deseos. Es menester un esfuerzo más para aventar la red; apuntar al futuro con una esperanza que no se rinda.
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