jueves, 26 de diciembre de 2013

Hogar modelo

El hogar de Nazareth, modelo de Familia


Matrimonio


Cardenal Juan Sandoval Íñiguez

Arzobispo Emérito de Guadalajara


Este mensaje va dirigido a todas las familias; pero, sobre todo, a aquéllas que se encuentran en dificultades, que no han de ser pocas. Contemplar en estos días de Navidad el Nacimiento, es una lección intuitiva que dice más que mil palabras sobre la familia: ahí está Señor San José, Esposo fiel y padre providente; la Virgen María, Madre Santa y cariñosa, y el Hijo de Dios hecho niño por nosotros. Aunque Jesús nació de María Virgen por obra del Espíritu Santo, quiso, sin embargo, que estuviera ahí la figura paterna de San José para protección y sustento de la Familia y para que esa Familia de Nazareth fuera el modelo de todas las familias.

No sólo la de Nazareth es la Familia del Señor, sino toda familia verdadera es del Señor que la fundó, porque el origen de la familia es el mismo Creador, que al hacer el mundo puso en él al hombre como su coronación, hecho a su imagen y semejanza, varón y mujer, y les mandó que se amaran de tal suerte, que fueran no dos, sino una sola carne, y les bendijo para que fueran fecundos y poblaran la Tierra.


Muy claros, origen y destino

La familia que Dios creó está, pues, sustancialmente constituida por el varón, por la mujer y por los hijos que Dios les manda como un regalo que los alegra y los une. Por eso, tu familia y cualquier otra familia es Familia de Dios. Estimar este origen divino forma parte esencial de la mística del matrimonio; alterar los componentes de la familia es hacer agravio al Creador y querer destruir su obra y, en consecuencia, es ir contra la Naturaleza.


Aberrantes leyes

La denominada Ley de Convivencia, que recientemente aprobó la mayoría de los Diputados del Congreso Local, así como el Titular del Poder Ejecutivo Estatal, y su puesta en práctica con el muy reciente “matrimonio” entre dos mujeres, constituye un desacato a Dios Creador, sobre todo porque ha sucedido en una Sociedad de mayoría cristiana. Los que gobiernan, en lugar de atender a las convicciones de la mayoría y respetar el orden natural, trafican con todo, aun con lo más sagrado, a cambio de ventajas políticas o económicas, o se dejan presionar y traicionan su propia conciencia. El pueblo creyente mira y se admira de las cosas que suceden sin la guía firme de sus Pastores, que seguramente duermen el sueño de los justos.

Para los creyentes, además, el matrimonio en el que se funda la familia es Sacramento de Cristo, que da la Gracia necesaria para permanecer en la fidelidad del amor y superar las dificultades, que no faltan casi nunca en los hogares, en razón de que el pecado original y sus consecuencias también han tocado las fuentes del amor entre los esposos. La Gracia de Cristo es capaz de cambiar el agua del amor humano en el vino del amor divino, como en las Bodas de Caná.


Algo tan humano y tan sagrado

Según el designio de Dios, el amor del esposo y la esposa debe ser tan grande y tan santo, que lo ha tomado como punto de referencia para decirnos cuánto nos ama. En el Antiguo Testamento, Dios se declaró, a Sí mismo, Esposo amante y fiel de su pueblo Israel, aunque su esposa no siempre fuera fiel.

Por su parte, Cristo se tiene a Sí mismo por Esposo de la Iglesia, el pueblo de los que redimió con su Sangre. Y de ese Amor entre Cristo y la Iglesia es de donde brota la exigencia moral para el amor entre los esposos cristianos: “Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por Ella… Mujeres, respeten a sus maridos como la Iglesia obedece a Cristo y lo tiene como su Señor” (Cf. Ef. 5).

La familia, y todo lo que a ella concierne, forma parte muy importante del Mensaje cristiano y, en consecuencia, pertenece a la moral evangélica. Hoy, los lazos de la familia se vuelven frágiles, nos lo dice el Papa Francisco en su reciente Carta Apostólica “El Gozo del Evangelio”, y por lo tanto, nos invita a todos a reforzarlos.

Urge proponer con claridad la mística del matrimonio, insistiendo en que es obra del Creador, Sacramento de Cristo y Ley de la Naturaleza. Urge defender decididamente la familia, puesta hoy en la mira del enemigo y sus secuaces, que pretenden destruir esta obra de Dios y con ello destruir individuos y sociedades. Urge, entonces, estar al lado de matrimonios en dificultades, para animarlos a la oración en común, que pide con humildad y perseverancia la fidelidad en el amor. Contemplando el pesebre y mirando a Jesús, José y María, debemos pedirles ayuda para la preservación y sostenimiento de la auténtica institución familiar.


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