viernes, 29 de mayo de 2015

Ministerios al servicio del Pueblo de Dios

Cada vez más cerca

ministerios

Fernando Muñoz García,
3º de Teología

A lo largo de año, la Iglesia de Guadalajara suele tener muchas fiestas y celebraciones litúrgicas, entre las cuales siempre causa gran emoción y alegría la Ordenación Sacerdotal o Diaconal de alumnos mayores del Seminario Diocesano, pues habitualmente hay un número grande de ellos. La gente está tan cerca de su Seminario que, al llegar esta etapa vocacional de consagración, no hace sino celebrar con el pueblo y agradecer a Dios tanta bendición.
Lo que tal vez muchas personas no saben o no se dan cuenta es que, a lo largo de su formación, los Seminaristas, aparte de llevar una formación integral, humana y cristiana, deben prepararse debidamente a este Sacramento del Orden a través de dos grandes Ministerios, que han quedado ocultos o semi–velados en nuestra Iglesia: los Ministerios del Lectorado y del Acolitado.

Antes y ahora
Antiguamente, estos Ministerios recibían el nombre de Órdenes Menores, las cuales, en conjunto con otras Órdenes, constituían el Subdiaconado; pero, a partir de la Carta Apostólica “Ministeria Quaedam”, del Papa Paulo VI, se suprimieron algunas Órdenes como el Ostiariado (equivalente a Portero) y el Exorcistado (para dirigir oraciones con el fin de ahuyentar al Demonio), entre otras, y se les cambió el nombre de Órdenes a Ministerios, para así deslindarlos totalmente del ámbito meramente sacerdotal, y abrirlo, para que los Laicos puedan participar de ellos.
¿Cuál es precisamente la función de un Lector o de un Acólito instituido?; ¿realmente tiene importancia detenernos a conocer estos Ministerios? Creo que sí, pues así podríamos motivar a nuestras comunidades parroquiales para que se forme un Grupo de Lectores y Acólitos instituidos, que presten este noble servicio en favor de la Santa Iglesia de Dios.
Al Lector instituido le corresponde dar lectura a la Palabra de Dios en la Asamblea litúrgica, por lo que proclamará las Lecturas de la Sagrada Escritura –mas no el Evangelio– en la Misa y en las demás Celebraciones sagradas. Faltando el Salmista, recitará el Salmo; proclamará las intenciones de la Oración Universal de los Fieles; cuando no haya a disposición un Diácono o Cantor, dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel; instruirá a los fieles para recibir dignamente los Sacramentos. También podrá, cuando sea necesario, encargarse de la preparación de otros fieles a quienes se encomiende temporalmente la Lectura de la Sagrada Escritura en los actos litúrgicos, y debe meditar con asiduidad la Santa Biblia.
Por otra parte, el Acólito queda instituido para ayudar al Diácono y prestar su servicio al Sacerdote. Es propio de él cuidar el servicio del Altar, asistir al Diácono y al Sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en la Celebración de la Santa Misa; además, distribuir, como Ministro Extraordinario, la Sagrada Comunión a los enfermos. Y, cuando el Sacerdote se lo pida, en circunstancias especiales se le podrá encargar que exponga públicamente a la Adoración de los fieles el Sacramento de la Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva; pero sin la Bendición al pueblo.
Podrá también –cuando sea menester– cuidar de la instrucción de los demás fieles que por encargo temporal ayudan al Sacerdote o al Diácono en los actos litúrgicos llevando el misal, la cruz, las velas, etc., o realizando otras funciones semejantes. Todas estas funciones las ejercerá más dignamente participando, con piedad cada día más ardiente, en la Sagrada Eucaristía, alimentándose de ella y adquiriendo un más profundo conocimiento de la misma.
Como vemos, estos Ministerios son útiles y necesarios en nuestras comunidades, pero nos falta ver y valorar estos servicios para, así, preparar Lectores y Acólitos instituidos debidamente, pues en el Seminario sólo se reciben estos Ministerios temporalmente hasta llegar al Diaconado y al Presbiterado. En este mes de mayo, Dios ha concedido su Gracia instituyendo siete nuevos Acólitos y 27 Lectores (alumnos todos ellos de la Facultad de Teología), por lo que nos alegramos y damos gracias a Dios, pues implica para cada uno de ellos un paso decisivo más en su formación rumbo al sacerdocio ministerial.

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