jueves, 14 de mayo de 2015

EDITORIAL

La letra pequeña de los mítines electoreros

Están cerca las Elecciones, y… ¿quiénes y por qué se arriman a los mítines? ¿Presencia voluntaria? ¿Asistencia corporativa? ¿Dádivas y promesas sindicales? ¿Gritos espontáneos o consignas ensayadas por chavitos, buscando una calificación escolar? ¿Voto libre o de intercambio? En los mítines de gruesa humanidad, unos gritan “¡viva!”, y en la plaza siguiente, abuchean la misma consigna. ¿Cuáles merecen respeto?
Los partidos presumen contundencia en emblemas y colores. Son Institutos Políticos -se dice- con arraigo en las mayorías. Las dificultades comienzan en la letra chiquita. ¿Qué queda de los nobles principios que suscribieron fundadores e ideólogos en el alma de su Partido? Hay arengas de Campañas que pregonan sueños cautivadores, pero también vituperan a los diferentes. Promesas de campaña sacadas de la manga; ocurrencias para embelesar a la audiencia o para manipularla cual ignorantes o lacayos partidistas.
Los idearios que norman las Campañas suelen ser documentos tediosos -como el Decreto 16542 de la Ley Electoral del Estado de Jalisco, de 117 páginas, que abunda en decretos y disposiciones complicadas-. En la conciencia popular es “más de lo mismo”. Se multiplican verborreas en diarios de firma conocida; denuncias o dádivas de por medio; proclamas y adhesiones partidistas. Todo parece un cementerio inicuo.
Los discursos electoreros y la boleta de la elección que tachamos como nuestra firma autorizada, parece dar un sí al Partido que nos ha convencido por sus emblemas o por el candidato que presenta. Pero hay una ligera sospecha de armar un teatro para elecciones libres.
Rezan las consejas populares: “De tanto repetir una mentira, uno mismo cree que es verdad”. Y aquello de que “difama, difama, que algo queda”. Se dice también: “En boca de político, lo cierto se hace dudoso”. Otros escriben: “En política se ganan amigos de a mentiras y enemigos de verdad”. En consejas sabias y refranes de chunga, el repertorio popular no tiene límites.
Y, sin empacho, asientan los candidatos: “Este Partido trabaja por lo que más quieres”; “juntos somos fuerza”. Cierto; pero, ¿quiénes y para qué? La palabra es complaciente; las propuestas, laberintos sin salida segura. “Resolvemos las necesidades de…” (póngase el nombre de cualquier Municipio y un elenco de urgencias locales). Las arengas de los Partidos hacen una reiteración burda en publicidad y en las ofertas para la población. Se recicla el estilo inveterado de prometer.
Se gastan sumas cuantiosas que aporta el Instituto Electoral, y dejan obra pública pendiente. Las cuantías se hacen estratosféricas al pasar la charola al grupo de cuates, políticos, empresarios, porque crece el escándalo y la sospecha de que serán inversiones devueltas con creces, con cargo al erario público.
Hay variedad de spots partidistas… “En Guadalajara, las mujeres podrán trabajar cerca de casa”… y los comentarios hacen escarnio de ello en jerga pintoresca. En política, es regla común usar medias verdades para el engaño. En política, el más amigo es traidor, y el más verdadero, miente. Hay casos muy recientes, de todos los Partidos, de encumbrados funcionarios que son defenestrados o que migran a otros cobijos.
Alguna vez dijo Winston Churchill: “La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”. Pero, tragarnos, sin masticarlas, propagandas electoreras y saber de millonadas en publicidad a costillas del pueblo empobrecido, ¡es una desvergüenza sin nombre!

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