jueves, 14 de mayo de 2015

Llamados a ser Apóstoles

Juan López Vergara

La Madre Iglesia ofrece hoy, en la Mesa de la Eucaristía, un texto del Evangelio según San Marcos, que presenta un resumen de las Apariciones de Cristo Resucitado y del envío de los discípulos al mundo entero para sanarlo y santificarlo (Mc 16, 15-20).

La Fe abre las puertas de la salvación
Jesús, vencedor de la muerte, anhela que la Buena Nueva se proclame a toda la Creación: “En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: ‘Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura’” (v. 15). Los discípulos deberán ir al mundo y proponer la Buena Nueva de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (véase Mc 1, 1). A la muerte de Jesús, el velo del Santuario se rasgó en dos, y el Centurión que estaba frente a Él, exclamó: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Mc 15, 39).
La Muerte y la Resurrección de Jesús rompen la separación establecida entre el pueblo elegido y ‘toda la Creación’. Se unifica la Humanidad y todos los pueblos tendrán que hacer el acto de Fe que les abrirá las puertas de la Salvación: “El que crea y se bautice, se salvará; y el que se resista a creer, será condenado” (v. 16).

En nombre de Jesús
Jesús Resucitado comparte con todos los creyentes su Poder, que es más fuerte que el Mal: “Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos” (vv. 17-18). El ‘Nombre’ para los judíos significaba la presencia activa de Dios. Pablo dice que Jesús Resucitado ha recibido este ‘Nombre’ que supera todo otro nombre (compárese Flp 2, 9).

“El Señor actuaba con ellos”
Los discípulos son enviados a proclamar el señorío que Cristo Resucitado ha adquirido sobre el mundo: “El Señor Jesús, después de hablarles, subió al Cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían” (vv. 19-20). Estas palabras finales mencionan la Ascensión de Jesús al Cielo y su entronización a la diestra de Dios, subrayando, así, la necesidad de una Fe bien dispuesta.
Los milagros y sanaciones no son el fin, sino señales y medios. El fin de la Evangelización es que toda la Creación se reúna en torno a la Persona de Jesús, quien actúa en los bautizados y prolonga su predicación por medio de la comunidad, la cual se sentía segura, porque “el Señor actuaba con ellos”.
Aunque el corazón del Evangelio no late en amplios sectores de nuestra realidad, la Iglesia no es un refugio contra el mundo, sino la comunidad donde, al ser bautizados, nos convertimos todos y cada uno en apóstoles del Santo “Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios” (Mc 1, 1).

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