jueves, 7 de mayo de 2015

En Jesucristo, vida y trabajo dignos

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

CardenalJesús Resucitado es fuente de la verdadera Vida, que dura para la eternidad. Si algo amamos, es vivir; que nuestra vida no se acabe. Esa plenitud de vida que buscamos, sólo la da Jesucristo, que venció a la muerte y vive para siempre. Para participar de esa vida, necesitamos permanecer en Cristo.
¿Cómo podemos permanecer en Cristo? Por la Fe y aceptándolo a Él como nuestro Señor. Además, por el amor a Él y a nuestros hermanos, no sólo de palabra, sino manifestado todos los días en las obras, y participando en los Sacramentos. Así, recibimos en plenitud esta vida.
Jesús es la verdadera vid. El que está separado de Él, no tiene vida, ni ahora ni para la eternidad. Nuestro propósito debe ser permanecer en Cristo todos los días, siempre. Hay quien se acerca a Cristo sólo cuando se acuerda o tiene una necesidad que no pudo resolver de otra manera, o por conveniencia, para obtener algo.
¿Cómo nos mereció Cristo la vida en plenitud? Muriendo en la Cruz, entregándose por nosotros en la Cruz; pero no como fin, sino como instrumento para llegar a la Resurrección. De la Cruz nos vino la Salvación y la plenitud del Amor y del Bien; por eso la veneramos.
Contemplamos la Cruz de Cristo, y queremos abrazarnos a ella para manifestarle nuestro amor, con obras, no sólo con palabras.
En la Fiesta de La Santa Cruz, que celebramos el pasado domingo, un gran sector de hombres que trabajan en la construcción, la veneran. Aunque el trabajo es una cruz, nos conduce a la vida cuando se desarrolla con dignidad, con responsabilidad y con justicia. El trabajo nos aporta vida. Nos cuesta trabajar, pero ello nos da vida.
Debemos agradecer que tenemos trabajo, por más humilde y sencillo que sea, y cuidarlo.
Pero lo que flagela a una Sociedad es que muchos de sus miembros no cuenten con trabajo, o contando con él, no sea justamente remunerado.
Sólo si tenemos trabajo nos sentimos parte de la Comunidad, de la Sociedad. Si no lo tenemos, sentimos que no estamos ligados a la Familia y a la Sociedad. El que no está unido a la Sociedad, el que no está conectado con sus hermanos, corre el riesgo de adherirse a cualquier ‘oportunidad’. Y, muchas veces, las oportunidades que se ofrecen así, son fuente de maldad y de muerte. Numerosos jóvenes se unen al crimen organizado, pensando que es una salida segura, fácil. Sí es una salida segura, pero a la muerte personal, de la Familia y de la Sociedad.
Nuestra preocupación debe ser que todos tengamos un trabajo digno y estable. Mientras esto no suceda, desgraciadamente podemos esperar lo que vivimos el 1° de mayo pasado. Gente que se mueve por intereses muy mezquinos, por hacer dinero fácil, que recluta a personas que están necesitadas de un trabajo digno y honrado para su familia, y se convierten en delincuentes. Están dispuestos a morir y a matar, a desquiciar a la Sociedad, porque no tienen ese vínculo que nos da un trabajo digno en la Comunidad.
No olvidemos que la vida que nos da Cristo incluye este aspecto humano que nos da el trabajo digno y estable.

Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo.

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